25.10.11

Uno más a mi tía

Pasan los días, pasa la gente, pasan las noches, pasa y pasa todo y ella no pasa… ella, ya no está… ella me dejó y yo no puedo olvidarla.

Se fue, lentamente la vi alejarse y no pude hacer nada para evitar su partida.

Ahora, condenada a su ausencia eterna escribo, con la pluma que me regaló, lo mucho que me duele abrir los ojos y despertar a la realidad que me dejó con su adiós.

No puedo olvidarla, no puedo parar de pensarla por mucho tiempo pues sus recuerdos nadan en el mar de mi inconsciente y llegan a mi puerto mental en los momentos menos esperados para recalcarme que la tuve, la viví y la perdí.

Yo no la olvido, yo no voy a encadenar su desaparición a su partida, como dice Calamaro “dicen que sólo muere lo que olvidas”.

La extraño, la pienso, la anhelo y aunque no la llore, no la dejo de querer a mi lado.
Me ahoga por dentro, me quiere cortar la respiración y me comprime el alma en tan poco espacio que sólo puedo sentir dolor.

Una opresión que no se diluye, que no se mengua, si acaso es lo contrario.

12.10.11

Ahora mismo sólo tomé el boli para escribir por necesidad de jugar, porque de tanto tema no sé ni de qué hablar.

Pensé en pensar antes de escribir, pero la música me obligó a abrir la libreta y de repente, sin darme mucha cuenta ya estaba escribiendo esto.

Tela hay mucha…

Una familia que aún no digiere una ausencia que sólo parece seguir creciendo, la tía se fue hace 3 semanas, casi 1 mes y aún cuando todos nos sentamos en las noches a hablar de todo y nada, su presencia se extraña, se siente un vacío enorme en todos los espacios que han quedado incompletos.  Es algo realmente increíble, cómo todos hemos tenido que continuar atravesando días sin sus abrazos, sus palabras, sus consejos, su voz, su pelo, sus ojos, todo lo que su grandeza era.  Aún escucho en mi mente su voz, me despido de ella en las noches, en las mañanas antes de salir de trabajar, siento su olor en los objetos que de ella ahora uso y me estremezco cada que siento que me robaron con una aspiradora todo lo que tenía por dentro y me dejaron sólo con un enorme vacío adentro .

No entiendo muchas cosas de la vida, intento seguir “haciéndome la loca”, pero me siento posponiendo lo que siento, pienso, todo.

Esto es una mierda, no miento cuando digo que me siento anestesiada, aunque a veces lo único que me gustaría es tirarme en una playa y abrir mi pecho y dejar salir todo este taco que se me creó cuando mi tía se puso mal y que se apoderó de mi cuando murió, y ahora es más grande que yo y a veces lo siento palpitar dentro de mi reclamando que me desahogue.

Hace tiempo en mi mente paseaban duendes, flores, hadas, unicornios, gnomos, enanitos de colores, dulces soñados y todo un mundo repleto de maravillas, algo mágico, muchos encantamientos, princesas, castillos, estrellas, Lunas, Soles y todo lo atractivo que pudiera uno mantener en su propio universo mental.

Hoy, en medio de la nada y el vacío latente y causante de delirios me pregunto, ¿dónde están?, ¿a dónde se han ido? O ¿acaso están todos dormidos esperando que mi mente y mis letras les devuelvan la vida?

4.10.11

Te quiero de vuelta.

A vos, a tu boca, a tus piernas, a tu lengua, a tus manos, a tu pelo, a tu voz.
A vos, a tu sonrisa, a tus ojos espejo, a tu sabor, a tu cara de satisfacción, a tu tamaño, a tu culo.
A vos te quiero de vuelta, con todo el amor disponible para mí –sólo para mí-, con toda la lealtad y la honestidad necesaria para que funcionemos en paz, con toda esa gama de sensaciones que a mi lado me hacés sentir.
A vos, de vuelta… Es lo que realmente quiero.

LA HISTORIA ENTRE LOS DOS

Por: Juan Sebastián de los Ríos y Ana Lucía Pérez Escobar

En un ataque desenfrenado por dejar que el sudor fuera la única barrera entre sus cuerpos, ese hombre, quien hacía 80 minutos era un completo desconocido para ella, besaba hasta lo más profundo de su cuerpo caliente, palpitante de deseo...

Ella era una secretaria de clase media... jamás pensó que sus "necesidades" carnales llegaran al punto de proponerle descaradamente a un desconocido que se tomaran un café... y algo más.

Bueno, démosle un crédito a ella... el hombre no era tan desconocido... de hecho ella llevaba varios meses soñando con el día en que por fin, por alguna casualidad, pudieran hablar, y por qué no? acostarse.

Todo comenzó con el tedio de un lunes, ella llegó muy puntual a su oficina y en el elevador estaba él... sus miradas se cruzaron, esta vez tratando de aprovechar el escaso momento de estar juntos… ella nerviosamente le preguntó el piso, él inquieto respondió: 16. El ascensor subía piso a piso, lentamente, como si fuera cómplice de una situación cargada de emoción... El elevador paró en el piso 10, era donde ella se bajaba... volteó, lo miró a los ojos y le dijo: hasta luego... salió con el remordimiento de la cobardía, pero no sabía que ese mismo día, el sentimiento cambiaría drásticamente.

La jornada laboral se le hizo eterna, no avanzaban los minutos ni disminuía el constante pensamiento en aquel desconocido que le encantaba. Sabía que trabajaba en el piso 16 y se lo imaginaba, en su oficina, con la puerta cerrada, sentado en su escritorio tal vez pretendiendo trabajar.

No podía concentrarse mucho en los papeles acumulados que debía entregarle a su jefe para ser firmados, sentía que en su entrepierna había un calor y unas palpitaciones poco comunes cada vez que su mente se desviaba a la desconocida oficina del piso 16.

Miraba inquieta el reloj sin saber para qué necesitaba que avanzara, no tenía mucha idea qué debía hacer para llamar la atención del hombre desconocido. No sabía absolutamente nada de él.

Logró entregar a su jefe los documentos antes de la hora del almuerzo y decidió salir a almorzar al café-restaurante ubicado en el local al lado del edificio, en vez de comer los alimentos que había llevado para la hora de la comida, se le ocurrió que salir un rato sería bueno para despejar su mente.

Una vez en el café, pidió el menú ejecutivo -su sueldo no le alcanzaba para un lujo mayor- y mientras almorzaba, vio sorprendida como el hombre desconocido del piso 16 entraba solo al lugar. Era su oportunidad, lo sintió y sin pensarlo dos veces, se levantó hacia la mesa donde él se encontraba. Al verla acercarse el hombre compartió con ella una sonrisa, y ella, absolutamente decidida a hablarle, lo invitó a tomar un café.

¿Te puedo invitar a un café? fue el único tembloroso sonido que pudo salir de su seca garganta. Él la miro con la cara de sorpresa que solemos poner las personas cuando alguien nos habla, pero con un tinte de malicia de aquellos que tenemos cuando está pasando algo que sabíamos que pasaría.

Él decidió romper el hielo, ¿cómo te llamas?

- Eso ahora no importa... dijo ella.

Él sonreía entre nervioso y seguro, ella moría por dentro, pero una falsa seguridad se había apoderado de su cuerpo, más aún después de haber sido capaz de, por primera vez en su vida, hablarle a un hombre desconocido.

Dicho esto comenzó un juego de miradas salvajes, era el día en que los planetas se alinean para calentar todo lo humanamente posible. Intercambiaron un par de frases sin sentido, la meta era demasiada clara y los dos estaban en el mismo equipo. Él sugirió pagar la cuenta, más como una invitación a irse de aquél lugar tan público que interfería con sus reales intenciones.

Caminaron por inercia, entraron al edificio fingiendo que no se conocían, sin embargo ya sus cuerpos había entrado en un trance que solo ellos entendían.

Por fortuna estaban solos cuando el ascensor llegó... entraron y en medio segundo estaban dándole todo un espectáculo al personal de seguridad. Ella, quien era decididamente la protagonista de esta película, no oprimió el botón 10, ni mucho menos el 16... pícaramente sus dedos se dirigieron al 18 y luego a su boca, y luego a la de ella, y luego la puerta se abrió...

Alguien entró.  Los dos sintieron como si un balde de agua fría les hubiera caído encima y miraron hacia el piso del ascensor que debía ser la locación para desatar su deseo carnal, pero una vez más, no había podido serlo.  La desilusión que sentían era tanta como las ganas.  Piso 10, se bajó ella, no sin antes mirarlo y en sus ojos él pudo ver la frustración.

Siguió él hacia su oficina, en donde intentó calmar sus deseos pensando en el trabajo, pero no lo lograba.  Ella tras su escritorio hacía lo mismo, miraba papeles, atendía el teléfono, pero su mente estaba en el piso 16.

Una de las llamadas que contestó fue diferente.  Él la había localizado y la estaba llamando a invitarla al piso 16.

“En 5 minutos estoy ahí”, dijo ella intentando sonar lo más seria posible, haciéndolo esperar para no parecer desesperada – aunque ambos sabían que era una sensación mutua - .

El reloj pareció detenerse en el transcurso de esos minutos, que al finalizar la dejaron a ella tocando la puerta de la oficina 1609, al abrirse la puerta sintió como todo se le bajó hasta los pies y una mirada brillante llena de atracción la invitó a entrar.

Sin mucho preámbulo, sus bocas se unieron apasionadamente, mientras él ponía seguro a la puerta.  Ahí de pie, continuaron besándose y comenzaron a tocarse desesperadamente, en un afán explícito de quitarse la ropa.

En medio de sudor, gemidos, sensaciones excitantes, calor y placer se derritieron sobre el escritorio del hombre del piso 16, al cual lograron llegar entre tumbos desenfrenados.  Un revolcón que fue todo lo que querían, sin saber que sería solamente el primero…

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