En una cama, que no es mi cama, que no es tu cama, pienso en vos.
Pienso en dedos que se deslizan sólos, cuerpos que tiemblan, sudan y se arquean, texturas, movimientos, relieves, sonidos, tranquilidad, palpitaciones, desespero... Un conjunto infinito de elementos que dirigen a explosiones y entre tanto te veo sonreír, con los ojos brillando como si hubieran atrapado a la Luna adentro.
Pienso en vos, dejando ir la ropa sin miedo y sin restricciones, haciendo justicia a tu cuerpo. Frente a mí, sólo frente a mí.
Pienso en vos, jugando conmigo.
Pienso en vos mientras estoy en otra cama, junto a otro cuerpo, bailando en otro mundo.
Sigue girando la vida y sigo pensando en vos. En eso que nos fundió, poco importa la novedad de este mundo, poco importa lo delicioso que puede ser.
La definición de delicia la creaste vos y por eso, sigo pensando en vos.
Nunca serás mala compañía, lo pienso con la mayor seguridad, basándome en 8 años de incontables momentos repletos de risas, bailes, historias, discusiones, paseos, enseñanzas, elevadas, borracheras, estrellas, humos, cielos bonitos, juegos, voladas, palabras, abrazos, canciones, miradas, besos, engaños, orgasmos, secretos...
Nunca será mala compañía alguien que entre subidas y bajadas se ha ganado tu admiración.
Porque no siempre estamos bien, no es la primera vez, ni será la última, te merecés mi indulgencia. Si, porque hace unos meses la cagaste, me pateaste la lonchera, te lo dije y me pediste perdón.
Ponemos lo que somos y hemos creado por encima de los errores. Nos juntamos para darnos fuerza y nos empujamos a seguir adelante.
Porque nunca es fácil ver a alguien como vos en un estado tan pegado al suelo, porque no merecés que te engañen (nadie lo merece para ser exacta).
¡Nah! Arriba cariño, arriba hasta el cielo, es ahí donde tu espíritu pertenece, porque sos grande.