¡Ay mar! ¡Qué es este estado!
Montar en montañas rusas envuelta en humo es una idea un tanto loca, un tanto asustadora, un tanto depresiva y un tanto desestresante.
Una combinación de pequeñas sensaciones con grandes significados que no te dejan dejar de hacer lo que hacés, seguís ahí por el contrario jugando a vivir, tratando de facilitar las situaciones, elevando la mente a un nuevo nivel que permita tal vez, ver las cosas más claras o más descomplicadas, pero los bajones del recorrido siguen siendo eso, bajones, que te hacen abrir grande la boca para tratar de conseguir oxigeno y no estallar, mientras la velocidad aumenta y seguís bajando, con la mente tratando de mantener el ritmo que esta vida exige.
No se detiene, a veces es un poco más lento el viaje, estás en una subida, que alegría poder respirar despacio y descansar en la calma, pero como toda calma, esconde una tempestad en su bolsillo trasero, y el juego vuelve a su curso cíclico de altos y bajos, aunque a veces parece que son más estos últimos, porque es más difícil recuperar el sentido y acomodarse a los nuevos cambios, cambios que no son pedidos, pero como regalo sorpresa llegan a vos y te sacuden.