Es desanimadora la
abrumadora red de editoriales que abundan en el mundo, cuyo negocio es
"ayudar" al autor a publicar sus textos a cambio de módicas sumas.
Todo es dinero.
Lo que muestran en las
películas y se ha grabado en el imaginario (al menos en el mío), de que un
autor recibe dinero para que escriba un libro, es una utopía si me lo
preguntan, y si no lo hacen, igual lo digo: es utópico.
No sé qué clase de mago hay que
ser para que suceda, porque al parecer en todas el que paga es uno, y vaya a
ver si recibe luego algún dinero.
Se paga en las editoriales
independientes. Las corporativas, las grandes, las famosas son las que le pagan
al autor, pero tiene uno que crear en un nivel altísimo de calidad (y no sé qué
más) y si tiene suerte, se alinean los planetas y caen polvos mágicos sobre el
que recibe el manuscrito, tal vez sus letras pasen al comité editorial y de ahí
en adelante, que los dioses las bendigan para que lleguen a las librerías.
¡Qué difícil es vivir del arte!
Seguir en la lucha.
Buscar editoriales. Averiguar
cómo lograr ser publicado, o como mínimo, ¿cuánto vale ser publicado?
Más allá de la publicación, uno
requiere distribuir y vender sus libros, de lo contrario, ¿para qué publicó?
Algunas editoriales independientes hacen el favor de distribuir, pero hay que
tener mucho cuidado, porque algunas prometen el cielo y entregan el infierno.
Entonces no es solo publicar, es
publicar y vender.
No estoy siendo irónica, en absoluto. Estoy siendo sincera, porque mi vecina era una viejita tan genial, que siento auténtica y cruda maluquera.
95 años, se murió de desgaste físico, de tantos meses habitando este planeta, pero se hubieran muerto de risa con ella y hubieran deseado coincidir más con ella, se los aseguro.
"Sufría" de Alzheimer, y lo pongo entre paréntesis porque no le dolía un pelo, y si le dolía algo, si se lastimaba, en cuestión de instantes lo olvidaba y retomaba inmediatamente su personalidad alegre, fiestera, despreocupada. Para ella, el dolor no existía, ¡cómo no querer a un ser humano que jamás se quejó en mi presencia!
Era auténtica, cuando quería irse lo decía, de frente, sin rodeos, sin pena, no como uno que se inventa excusas y mentiras para no quedar mal por querer irse. Cuando quería que la visita se fuera, decía frases como 一ve, está como tarde一, 一ve, se está haciendo como tarde, y ¡ustedes solas!一, con una entonación paisa que borraba cualquier intención de tener tacto. Era sincera, una maravilla de mujer.
A mi casa entraba muy a menudo, y cada vez le parecía nuevo todo, siempre se sorprendía y admiraba el tamaño de mi casa (que no era muy superior al de la suya) y mi balcón siempre recibía calificativos especiales, 一ve qué balcón tan bueno, frente a ese parque tan hermoso, aquí se debe pasar muy rico一.
Ay, doña Aura, qué grandeza. Yo era feliz dándole el tour, así como llevándola a su casa, cuya entrada es literalmente perpendicular a la mía, a escasos centímetros.
一¿Y es que esta es mi casa?
一Si doña Aura, esta es su casa.
一Ve, ¡qué tan bueno como estamos de cerquita!
Cada vez que le daba la cantadera, uno sabía que estaba muy feliz, y pedía cigarrillos. Se sentaba a fumar en el quicio de las dos casas y cantaba, a mí no me gustaba el olor, pero igual salía a verla cantar, me reía y cerraba la puerta si estaba ocupada.
Matilda, mi perra, se entraba a su casa todos los días, y cuando ella la veía, decía, 一ve, ese perrito negro está como perdido一, o 一¿de dónde habrá salido?一 o 一¿ese es de nosotros?一 jajajaja, me muero de risa con los recuerdos que tengo de mi querida vecina, siempre en batica, con su 1.50 de estatura, ese cuerpecito chiquito y frágil albergando tanta grandeza.
Nunca me reconocía, yo me le presentaba cada día y a ella le parecía "una dicha" tenerme de vecina. Pero realmente, la dicha era mía porque siempre me llenaba de alegría.
La extrañaré, mucho, qué maluquera que se haya muerto mi vecina.
Hay gente que tiene arte, que en un metro cúbico que habita lo demuestra, lo transforma, llena su espacio con eso que contiene, arte. Así sean personas con interiores desagradables, su arte les sale por los poros y se hace notar, se expresa casi de manera obligatoria.
No vuelvas ahora que por fin te has ido. No vuelvas, no quiero ver que ya no eres esa mujer que tanto amé. No vuelvas, prefiero amar tu recuerdo. No vuelvas a mancharlo con tu nuevo ser.
Prefiero idolatrar esos instantes en que nos amábamos, guardarlos y sacudirme al recordarlos. Prefiero atesorarlos porque, aunque no hayan sido reales, así los sentí, los siento y los recuerdo.
No vuelvas, en serio, no puedo soportar tu extraña presencia. No quiero verte sonreír ni tus ojos brillar, no quiero llorar la muerte del amor de mi vida.
Prefiero pensar que estás en otro lugar aunque no sea conmigo.
Intacta, impresionante, esa fuerza de la naturaleza que llegó a mi vida arrasando todo cual tormenta, revolcando mi mundo y poniendo en orden lo esencial.
No vuelvas porque se que esa mujer se entregó y se dejó domar, dejó de ser esa explosión de grandeza, y sumisa renunció a ser ese ser que amé, que amo, porque sí, aun te amo en un frágil hilo de mi memoria del pasado.
Por eso te pido que no regreses, no podría soportar perderte, mucho menos tener que decirte adiós.
Creo que todos cantábamos esa canción y nos sentíamos orgullosos de pertenecer a esa ciudad pequeña, aunque grande, cuyo logo era un corazón con tallo y hojas que nos hacía sonreír mientras nos palpitaba el corazón al conectarnos con esa imagen.
Hubo una época en la que fui muy feliz, aunque no me daba cuenta.
Vivía en un barrio, Belén Granada para ser exacta, en una de esas familias que todo el mundo conocía (para mi bien y mi mal) porque fue de las primeras en aparecer por ahí.
Montaba en triciclo por la acera, rojo con un alambre despegado en la parte trasera del parrillero que me enterraba cada vez que me tocaba ser la de malas que se arriesgaba a las habilidades y locuras que se le ocurrieran al que fuera manejando, casi siempre mis hermanos.
Aprendí a montar en bicicleta dando tumbos, intentando pedalear y por supuesto cayéndome en la mitad de la calle o contra las ventanas (o sus rejas) de las casas vecinas. La bicicleta era verde y blanca, pequeñita porque todavía no alcanzaba a subirme a la monareta café de mi hermana, a no ser que fuera de parrillera y el riesgo era peor que en el del triciclo.
Jugábamos con pelotas en plena calle, "picados", "canchita" y cualquier otro juego que involucrara una pelota o un balón, una cancha armada entre aceras, unas porterías marcadas con piedras que a menudo provocaban discusiones si el balón tocaba las piedras o no. Nada de VAR, nada de repeticiones. A duras penas teníamos árbitro, y eso si estábamos de buenas y algún adulto se regalaba. Si de pronto pasaba un carro, todos gritábamos y nos movíamos a las aceras mientras pasaba. Recuerdo a mi papá informándole a los dueños de uno que otro carro o moto (que eran más escasas aún) que, si parqueaban en ciertos puntos, los niños les podríamos dañar sus vehículos jugando. Era hermoso.
"Escondidijo", "policías y ladrones", las variaciones de "chucha", "cero contra puncero", el de la guerra cuyo nombre no recuerdo y un montón de juegos nos mantenían ocupados hasta altas horas de la noche en la cuadra, hasta que aparecía la mamá con un volumen de voz que rayaba con el grito para entrarnos a casa, seguido de una súplica por otro momentico o por "cinco minuticos más" para seguir llenando nuestra ropa y cuerpos de mugre.
Tampoco nos importaba cuidarnos o preservar la salud, y jugando "escondidijo" nos reventábamos las manos y brazos contra el muro en el que tocaba liberarse, o no importaban los raspones ni torceduras que nos ganábamos jugando fútbol, beisbol (si, hasta béisbol jugamos y pobres ventanas y puertas de los vecinos cuando le dábamos a la bola y conectábamos un home run o salía el bate volando por el aire mientras corríamos a la siguiente base), patinando en el asfalto, saltando a la cuerda y todo eso tan divertido que compuso nuestro día a día de una niñez sana, sin grandes dramas, sin violencia y en un clima perfecto.
Todos los días pasaba el carrito de "Conos La Campiña", yo corría a comprar uno de dos bolitas y dos galletas, hasta que el señor dejó de pasar con helado de chocolate que porque se derretía más rápido que los otros y me dejó de llamar la atención.
A veces escuchaba el pito del "Copito de nieve" y no había nada mejor, con adición de lecherita, que en ese tiempo no se llamaba así sino "señor, me le pone bastante lecherita por favor". Qué emoción ver el tronco de hielo desbaratarse mientras el señor lo hacía girar entre las cuchillas. Yo pedía los tres sabores, así no fueran muy claros y más anilina que sabor.
Doña Mercedes era la vecina del lado derecho, la pobre tenía una puerta metálica muy grande que parecía tener un imán para las pelotas, y los golpes retumbaban tan duro que en un abrir y cerrar de ojos aparecía la doña (tan grande como la puerta) a echarnos cantaleta.
- Me dijeron que te vieron bajar por la 30 en bicicleta con los otros como unos locos, cuidado mija que me la coge un carro - me decía mi papá, pero es que andar "a toda" en la bicicleta era lo mejor, y éramos tantos que en todas las bicicletas teníamos tacos para llevar a los que no tenían ese vehículo tan maravilloso, del cual me caí más veces de las que podrían contarse.
Una noche mis amigos aprovecharon para usar de rampa un montículo de gravilla que un vecino había dejado en la calle, y yo muy osada me atreví a hacerlo porque lo veía muy fácil y todos lo hacían muy bien, pero de entrada mi rueda de adelante se hundió en las piedras y yo salí volando por encima de la bici (que ya era una muy fina que me habían regalado de cumpleaños y que estaba tan "engallada" como se podía) y fui a parar al suelo llena de raspones en las manos y aporreada, pero no lloré aunque todos los niños corrieron a auxiliarme, porque yo era la única niña y no quería ser la llorona de "la barra". Eso sí, hasta ahí me llegaron las maromas (o intentos), porque qué dolor tan berraco sentí.
Los vecinos también nos delataban cuando jugábamos "rin rin corre corre" y de regaño en regaño fuimos aprendiendo en cuáles casas era mejor no tocar.
No había agresiones, violencia, robos ni nada por el estilo y por eso el día de los disfraces podíamos salir en barra a pedir dulces cantando la canción en la que sí le quebrábamos los vidrios y salíamos a mil si no nos daban dulces, no esas pendejadas que se inventaron después. Por supuesto, nunca hicimos daño alguno pues todos salían a la puerta a darnos confites y chocolatinas con mucho cariño.
Cuando empezaron a decir en las noticias que los adultos debían salir con nosotros porque había robos de niños y no sé qué más, mataron el espíritu de "Halloween" y ahora a los muchachitos los embuten en centros comerciales con bullas y dulces controlados.
No había nada mejor que llegar a la casa y desocupar la bolsa o calabaza contenedora de nuestros recién adquiridos tesoros, mirar qué nos habían dado los alegres vecinos y decidir por cuál de los dulces empezar.
- No se los vaya a comer todos ya, que después le da dolor de estómago y caries -advertían mis adultos responsables. Qué horror, ni que el día de los disfraces pasara varias veces al año, ni que no tuviéramos cepillos de dientes, qué exagerados se ponían.
El día de las velitas era el mejor del año. Todas las casas sacaban tablas, sillas y grandes cantidades de velas para prenderlas en la calle. Soplaba el viento y todos nos reíamos al ver el montón de velas que se nos habían apagado. Prendíamos "chispitas mariposas, las luces apropiadas para niños" y no nos importaban los quemones en las manos, los pelos quemados en los brazos con su olor delator a marrano, ni las gotas de esperma en la ropa o los zapatos, y eso no era lo mejor, lo mejor era que no era un solo día de velitas, ¡eran dos! Qué genialidad.
Prender velas, jugar con fuego, hacer bolas de esperma y "la candelada del diablo", aunque a mí esa no me llamaba mucho la atención porque preservar mis pestañas siempre me pareció importante. Ahora no sé en donde prenden velas los vecinos porque en las aceras se ven muy pocos, qué descache. Otro punto para la Medellín que amé.
Medellín es una ciudad transformada
Y es que en nuestras casas han cambiado los hogares por negocios (aunque vaya en contra del POT) y tantos se han ido a edificios y unidades cerradas (en las que se sienten más seguros) que los barrios (o al menos el mío y mi cuadra especialmente) es irreconocible.
Ese mundo en el que el 24 de diciembre cerca a la media noche nos sacaban a todos de la casa y con las ventanas cerradas nos hacían esperar a que llegara el niño Dios con los regalos, para luego gritar que había llegado y dejarnos entrar en estampida hacia el árbol de navidad para destaparlos, ya casi no existe, porque al parecer, estar en la calle a altas horas de la noche es peligroso, porque afuera ya no es bueno estar, porque hay más vehículos que sonrisas, porque como dice Héctor Lavoe, "la calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, ya no hay quien salga loco de contento, donde quiera te espera lo peor".
Mi cuadra se llenó de negocios, carros y motos parqueados en ambos lados de la calle, gente desconocida, pitos y caos, tanto que parece increíble todo lo que viví por tantos años llena de felicidad, aunque no lo supiera.
Esa ciudad que se infló de orgullo por tener el primer metro de Colombia, por ser la ciudad del primer equipo de fútbol en ganar la Libertadores, la de la industria textil simbolizada por ese enorme rascacielos en forma de aguja, la que se llenaba de marranadas, fiestas y velitas en las calles se murió ahogada en concreto y asfalto, en gente sin ganas de vivir porque a qué horas pueden si no pueden dejar de trabajar.
En Medellín se cambió la calidad de vida por la cantidad de vida y ahora no hay quien viva contento, libre, seguro, orgulloso ni con berraquera, aunque sí berracos, porque en las caras de la gente los ceños van fruncidos, las groserías e insultos pululan, la intolerancia gobierna junto a un montón de pendejos que nunca han buscado su bienestar sino el propio y entre todos nos vamos matando, defendiendo ideologías sin trasfondo, sin sentido, ahogados por el smog, desesperados por el calor y el ruido y asfixiados por las noticias de unos medios de comunicación que no hacen más que contaminarnos y atragantarnos con violencia, con las noticias disfrazadas de imparcialidad y entretenimientos estúpidos que sirven para que el gentío que ahora alberga esta nueva Medellín se mantenga distraído y no piensen, solo traguen mientras es hora de dormir, porque si no dormimos nos matamos, porque durmiendo es la única forma de olvidar que vivimos en una Medellín caótica, invivible e insoportable, porque nadie puede pararse frente a mí y refutarme que la Medellín que yo amaba, en la que vivir era un privilegio delicioso, no existe.
Es un tema delicado la desintoxicación de un consumidor de heroína y cuando hablamos de una crisis causada por una población que la consume, la cosa se pone más complicada aún.
Ese es el tema central de Sanpa miniserie producida por Netflix, dirigida por Cosima Spender. En 5 capítulos se habla acerca de la granja creada en 1978 por Vincenzo Muccioli para combatir el problema de adicción a la heroína en una población italiana llamada Rimini. Los métodos utilizados por Muccioli no fueron para nada convencionales, y eso hizo que esta granja, que empezó con un solo adicto y llegó a tratar a más de 2000, se mantuviera en la mira de la policía y los medios de comunicación, gracias a sus polémicas.
Lo mejor es que es un documental, entonces uno sabe que todo lo bueno y lo malo que ve a lo largo de los capítulos sucedió en la vida real, y dado que es un tema tan complicado y sensible, al ver esta serie uno siente una gran gama de sentimientos, desde esperanza y ternura, hasta rabia y desilusión.
Esta historia sobre ‘San Patrignano’ (nombre de la granja, de donde sale el título de la serie) es muy interesante desde el punto de vista sociológico, pues da pie para reflexionar acerca de la discriminación, los tratamientos de adicciones, la inutilidad del gobierno, la codicia, la violencia, entre otros temas que casi 40 años después, siguen vigentes y en auge.
Te invito a verla y a que me cuentes qué te pareció.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), diciembre 5/2020.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Gambito de dama es una miniserie en Netflix que inmediatamente trae a mi mente una palabra: IMPRESIONANTE.
Ambientada entre las décadas de 1950 y 1960, en 7 capítulos se cuenta la historia de una niña llamada Beth Harmon, quien desde pequeña es ingresada a un orfanato en donde, además de educación, recibe diariamente pastillas de tranquilizantes, los cuales forman la base para su posterior adicción a los fármacos, que será complementada con alcoholismo.
Una niña callada, descomplicada e ignorante de las normas sociales y del funcionamiento del mundo, encuentra en el orfanato su pasión por el ajedrez gracias al conserje, el Señor Shaibel, quien le enseña las reglas del juego en las partidas que hacen a escondidas en el sótano, cada vez que ella logra escapar de sus deberes.
En el orfanato encuentra además una amiga en una niña mayor llamada Jolene, quien ha estado durante más tiempo ahí y entre otras cosas, le enseña a Beth a guardar en su boca las pastillas tranquilizantes y le recomienda tomarlas de noche. Beth descubre que, al tomarlas, en su mente el juego de ajedrez toma vida y puede recrear partidas enteras en el techo de su habitación.
Es una joya de Netflix realmente impactante, en la que se tratan diversos temas sociales que se entrelazan con el desarrollo de la vida de la protagonista: suicidio, abandono, drogadicción, alcoholismo, discriminación, depresión, entre otros. Además de todas las bondades y lo hermosa que es la producción, ver a Anya Taylor Joy y al resto de actores desarrollar sus los retos de sus personajes en diferentes tiempos de sus vidas, ha sido todo un placer.
Basada en el libro de Walter Tevis que lleva el mismo nombre, nos encontramos con una producción detallista que cuenta con actores atinados y reales, con una fotografía hermosa, vestuarios bien elaborados, escenarios bien diseñados y diálogos muy acertados. En esta miniserie viajamos a través de diferentes momentos de la vida de Beth, mientras ella se convierte en la mejor y la más joven jugadora de Ajedrez en el mundo, al mismo tiempo que batalla con sus demonios y su decadencia.
No es en vano que esta producción al día de hoy tenga tantos logros:
-En los primeros 28 días fue vista en 62 millones de hogares, estableciendo un record en Netflix.
-En 92 países se ubica en el Top 10 y en 63 es la miniserie número 1.
-La novela ha entrado en la lista de los Bestsellers del New York Times, 37 años después de haber sido publicada.
-Las búsquedas en Google sobre “cómo jugar ajedrez” se han duplicado, alcanzando su pico en 9 años.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), diciembre 17/2020.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Christopher Nolan es un director que nos ha acostumbrado a películas de factura impecable, excelentes escenas de acción y tramas no muy fáciles de digerir, como es el caso de esas inolvidables El origen e Interestelar. Ahora nos trae para nuestro deleite, Tenet que, por decir poco, es una película rarita y cautivante, de esas que uno no puede despegar su atención de la pantalla porque si lo hace se pierde algún detalle que eventualmente explicará algo, como si de piezas de rompecabezas se tratara.
Los diálogos no son extraordinarios, no hay líneas memorables, aunque en algunas encontramos unos cuantos toques de comedia, no sólo por las frases sino por la interpretación de los actores que, por cierto, es algo que llama la atención.
El protagonista (John David Washington) es un hombre negro, de tamaño estándar y complexión normal, no es el tipo de actor de cara espectacular y cuerpo muy trabajado que estamos acostumbrados a ver, y esto es particularmente rescatable porque está muy bien que se sigan haciendo películas en las cuales los roles principales sean interpretados por actores que puedan desafiar el status quo y romper los paradigmas anticuados que por tantos años hemos visto en Hollywood. En los roles secundarios encontramos a un Robert Pattison actuando impecable, a pesar de su poker face, lo cual va desplazando de nuestras mentes la imagen del vampiro enmirellado y nos hace tomarle más gusto y respeto a su polifacetismo.
El tema central de Tenet es la inversión temporal para salvar el mundo, es decir, que el tiempo no corre para adelante como lo conocemos, sino para atrás. Sí, eso suena muy loco y por eso es esta una película muy entretenida, con escenas de acción muy buenas y ciertamente divertida porque ver objetos y personas moviéndose hacia atrás en el tiempo es genial.
Cuando la termine de ver, si no la entendió, no se preocupe. En la película hasta los mismos personajes dicen que no tienen idea de lo que está pasando y esa es la sensación que nos acompaña durante los 150 minutos que dura la cinta. Véala dos veces, tres o las que sea necesario si quiere, lo importante es que recuerde disfrutar de una banda sonora muy compatible con la trama, de unas imágenes espectaculares y de pronto así, podrá entender por qué invirtiendo el flujo del tiempo el mundo consiguió salvarse de la guerra que un loco con mucho dinero quería desatar.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), diciembre 25/2020.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
En 6 capítulos que componen la Temporada 1, el director Hannu Salonen nos lleva a la Alemania de los años 1900, Múnich específicamente, para contarnos la transformación del famoso festival cervecero Oktoberfest desde un evento local y modesto hasta uno mucho más famoso y concurrido.
Suciedad, cerveza en cantidades, mucho polvo y lo equivalente en sangre son elementos que desfilan frente a nuestros ojos en cada uno de los capítulos. La serie se basa en hechos de la vida real y de forma cruda y sin tapujos devela las terribles mañas de las que se valen algunos hombres cuando en posición de poder, buscan aún más.
Curt Prank (Mišel Matičević) aparece como un hombre de negocios que tiene como intención deshacerse de los taberneros y pequeños cerveceros que ponían sus carpas tradicionalmente en el festival para instalar una sola que sea enorme, una en la que puedan estar hasta 6000 personas. En el proceso chantajea, asesina, extorsiona, destruye y manipula a todo el que se atraviesa en ese camino. Sin embargo, su hija Clara (Mercedes Müller), se enamora de Roman (Klaus Steinbacher), el hijo mayor de una de esas familias que pretende desterrar, y como es de esperarse, un drama tipo ‘Romeo y Julieta’ hace parte de la historia.
La fotografía es excelente, la escenografía y el vestuario también lo son. La miniserie tiene una factura muy buena. Su pecado son los diálogos: sosos, no dicen nada que valga la pena recordar, no deslumbran como sí lo hacen los detalles visuales. Los efectos y las actuaciones nos regalan por unas horas la sensación de estar caminando entre el mugrero, la oscuridad y la desgracia que acompaña a ese festival, que tiene como objetivo conseguir borrachos que no puedan irse caminando a su casa.
Es interesante que en la serie, aparte del drama romántico que viven los jóvenes de las dos familias que mayor enemistad desarrollan, se habla de carteles y sus abusos, de poder, de prostitución, violencia contra la mujer, homosexualidad, homofobia y de locura, esa que llega a una mente que no puede soportar una tragedia más.
Recomendada para entretenerse un rato cuando no hay nada más para hacer.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), diciembre 30/2020.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Aunque a veces se torna un poco lenta, esta nueva película dirigida y protagonizada por George Clooney es buena, no es excelente, pero sí buena.
Basada en la novela ‘Good Morning, Midnight’, de Lily Brooks-Dalton, la historia gira en torno a un científico que dijo haber encontrado (en teoría) un planeta en el cual la humanidad podría vivir, después de haber destruido la Tierra, y a una tripulación que, a bordo de una gigante nave espacial, debía comprobar si el científico tenía o no razón.
Como es de esperarse de una película de ciencia ficción, todo lo que puede salir mal, lo hace. Afortunadamente, los efectos especiales son monumentales, tanto que hacen que uno se enfoque en ellos, en vez de lo predecibles que son algunos acontecimientos.
Junto al -cada vez más viejo pero igual de talentoso- Clooney, debuta Caoilinn Springall (Iris), una niña pequeña con una actuación hermosa, y además vemos a Felicity Jones (Sully) como la tripulante encargada de mantener comunicación con alguien en la Tierra.
Todos los actores hacen un buen trabajo, la banda sonora es buena, la fotografía también y la producción en general es de alta calidad, pero la cinta no es muy diferente a las películas post-apocalípticas que suceden en el espacio, por eso es entretenida, pero no es una película que marcará un hito en la historia.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), enero 8/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Ratched es una obra de arte.
La reseña podría terminar ahí mismo, pero no le haría justicia a esta serie si omitiera algunas de las características que la hacen ganarse ese calificativo.
Se trata de una parte de la vida de la enfermera Mildred Ratched (interpretada por Sarah Paulson), personaje creado en los años sesenta, en el libro One flew over the cuckoo's nest, que apareció en pantalla por primera vez en la película de 1975 del mismo nombre, en la que Jack Nicholson interpretó un personaje inolvidable.
En cada uno de los capítulos nos deleitamos con un homenaje al poder de los colores que hacen que, visualmente, la serie sea orgásmica. Detalles impresionantes en combinaciones de colores que dan cuenta de la perfección con la que el director Ryan Murphy quiso contar la historia. La escenografía es entonces impecable y la fotografía es preciosa.
No sólo visualmente es increíble, tiene además una banda sonora muy acorde con los sucesos, diálogos valiosos y fuertes, y actuaciones monumentales. Sara Paulson se muestra como una actriz dinámica que atemoriza y refleja ternura de un momento a otro. Además de ella, existen personajes secundarios memorables como el interpretado por Sophie Okonedo, Charlotte Wells y muchos otros.
La producción es perfecta. Pocas series tienen una introducción tan hermosa y atrayente, en la que si se presta atención, se observa el abrebocas que cuenta la evolución de la enfermera Ratched, desde que era una pequeña envuelta en una vida miserable, hasta que se convierte en un monstruo del hospital psiquiátrico: el tipo de monstruo que mientras sonríe, te clava un destornillador en un ojo.
Sin duda es una de las mejores series que lanzó Netflix en el 2020.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), enero 15/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Recientemente ha llegado al mercado de videojuegos en Colombia una diminuta consola llamada Consola SUP, cuya forma es la misma del Gameboy, aparatico que fue la sensación del bloque por allá en los 90, porque permitía jugar diferentes videojuegos de forma portátil, sin necesidad de estar conectado a la corriente ni de un televisor.
Emulando físicamente la adorada consolita de Nintendo, los chinos han decidido inundar el mundo con esta pequeña consola, en la cual se incluyen 400 juegos retro, como Super Mario Bros, Pac Man, Chip y Dale (aunque ahora se llama Chip y Chop), Contra, Ninja Gaiden, Street Fighter, Robocop, Bomberman, y un montón más que hacen que uno quiera quedarse con esa pequeña maquinita en sus manos todo el tiempo, especialmente si uno hace parte de la generación que disfrutó de esos juegos en su niñez.
Blanco, negro, rojo, amarillo y azul, son los colores disponibles de la consola SUP. La pantalla es LCD de 3 pulgadas, tiene sonido integrado y es muy sencilla de manejar, por lo tanto, en realidad es una experiencia bastante agradable.
Otra ventaja de esta consola es su precio bajo. En Colombia vale más o menos $40.000 (obviamente, depende del vendedor). También incluye un control adicional y un cable AV para conectarla al televisor, de manera que pueden jugar dos personas al mismo tiempo, y eso es una enorme ventaja debido a la simpleza que supone transportarla y conectarla para compartir jugando; aunque el cable es muy corto y la distancia que permite de la pantalla a sus ojos no es muy adecuada, especialmente si usted tiene un enorme televisor.
No se puede guardar el progreso en los juegos, lo cual es un poco frustrante si lo que se quiere es ‘pasarse’ el videojuego completo. La batería es de tan sólo 800 mAh, por lo tanto después de hora y media de carga (en teoría), podría jugarse durante 4 o 5 horas.
Una falencia de la consola es que, aunque tiene un pequeño led que indica que la batería está siendo cargada, nunca se sabe si ya se ha terminado de cargar ya que el indicador nunca cambia de color.
Dado que es una consola china, algunos juegos tienen nombres en su idioma y no se entiende absolutamente nada de lo que sucede o no se sabe cómo iniciar (a no ser que usted domine dicho lenguaje), pero si ese es el caso, tiene cientos de juegos que puede explorar si no está satisfecho con alguno.
Como todas las copias, puede tener a veces comportamientos extraños, por ejemplo, que no funcione un juego en un momento, pero luego sí, es algo raro, aunque tiene tantos otros juegos que no es un impedimento para adquirirla.
Cómprela, explórela y diviértase. Le aseguro que va a disfrutar los ratos en los que se sumerja en los fantásticos juegos que existían en los 80’s y 90’s.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), enero 19/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Dos profesoras de literatura de instituto, una muerta y otra que la reemplaza, una con problemas económicos, otra con problemas mentales. Un pueblo pequeño en Galicia, España. Un grupo de estudiantes que intercambian a menudo su amor y odio por los demás, y un grupo de adultos con distintas ocupaciones en el pueblo, pero todos con algo en común: todos se conocen. Y como en todo pueblo chico dicen que el infierno es grande, esta miniserie es un despliegue de héroes y villanos enmascarados en actos de bondad, intrigas, mentiras, actos violentos y esperanzas.
En 8 episodios que componen esta miniserie, el creador y director Carlos Montero, ha trasladado a la pantalla la historia de su libro homónimo, con una narrativa interesante y compleja, pues se desarrollan las historias de ambas profesoras de forma paralela, lo cual agrega un toque adicional de misterio, gracias a la evolución de los personajes desde su relación con Viruca (Bárbara Lennie) hasta la que tienen con Raquel (Inma Cuesta).
No es muy predecible y eso, junto con actuaciones muy buenas, diálogos honestos y algunas locaciones espectaculares, hacen que esta miniserie brinde al espectador un completo disfrute.
La industria de cine y televisión española es, en general, de alta calidad y esta vez no es la excepción. “El desorden que dejas” es altamente recomendada.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), febrero 3/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Todo lo que está mal en el mundo— bueno, casi todo— se trata en esta producción española.
Producida por Boomerang en 2015, la primera temporada de esta serie que ahora se encuentra en Netflix es muy entretenida, llena de misterios, intrigas y violencia. Sí, en esta temporada abundan las peleas a puño limpio. Se pelean porque sí, porque no y por si las dudas.
Básicamente se trata de un guardia civil traumatizado por haber combatido en Afganistán, intentando resolver el asesinato de una de las hijas de la alcaldesa de un pueblo llamado Campoamargo, en la provincia de Almería, España. Digo intentando porque si usted es fan del género policíaco, encontrará un tanto raros algunos métodos y análisis utilizados por el cuerpo de la guardia civil.
Por si no fuera suficiente con el atroz crimen, los habitantes del pueblo coinciden con diversos grupos raciales y eso nos permite ver interacciones particulares y conflictos de discriminación al extremo. Rusos, españoles, negros, gitanos, árabes, en esta serie hay una gran cantidad de personajes, cada uno con una historia y un trasfondo muy interesante.
Gracias a ese cóctel, la trama no se centra únicamente en el asesinato, sino que pasa por el amor imposible del protagonista (Héctor, interpretado por Rodolfo Sancho) por la esposa de su mejor amigo muerto (Marta, interpretada por Belén López), por el hombre rico del pueblo que hace lo que le da la gana con todo, por la prostitución, por roces entre clases sociales, por un grupo de jóvenes racistas que no pierden oportunidad para pelear contra negros y árabes, y muchas cosas más.
Aquí les dejo un video de algunos actores hablando sobre la serie para que terminen de convencerse de verla:
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), febrero 11/2021.
Ciclo de charlas: En busca de una literatura propia
Narradoras latinoamericanas
Imparte: Lucía Melgar
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
A partir del 11 de febrero de 2021 y hasta el 6 de mayo, Lucía Melgar (activista, profesora, traductora e investigadora mexicana) hablará acerca de diversos temas relacionados con autoras latinoamericanas de literatura: imaginarios, violencia de género, transgresiones, deseos, entre otros.
Las charlas se realizarán cada jueves a las 20:30 hora colombiana (19:30 hora del centro de México) y serán transmitidas a través de diversas redes sociales:
11 de febrero: Introducción: Literatura latinoamericana y crítica feminista
18 de febrero: Entre la realidad y el ensueño: visiones de la femineidad en María Luisa Bombal
25 de febrero: Mundos fantásticos, marginalidad y ambigüedad: acercamientos a Silvina Ocampo
4 de marzo: Violencia, género y etnicidad en Rosario Castellanos
11 de marzo: Tiempo, historia y violencia: Elena Garro
18 de marzo: Mirada, locura y deseo en Inés Arredondo
25 de marzo: Alteridad, soledad y silencio en Clarice Lispector
8 de abril: Deseo y escritura en Cristina Peri Rossi
15 de abril: Género, historia y ficción en Carmen Boullosa
22 de abril: Reescrituras de la violencia: Selva Almada y otras autoras
29 de abril: Extrañeza, cotidianeidad y terror: Acercamiento a Mariana Enríquez
6 de mayo: Marginalidades y transgresión en Alejandra Costamagna
Así que anota estas charlas en tu agenda porque no sólo Lucía Melgar sabe bien lo que hace, sino que va a hablar de unas escritoras con estilos, filosofías y temas muy diversos e interesantes. Además, es gratis, es decir: no hay excusas para perderse semejante regalo semanal.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), marzo 12/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Esta segunda temporada de la serie española sigue la línea de la primera: peleas a puños por doquier, intrigas, misterios, engaños y asesinatos. Múltiples asesinatos, empezando por uno de los personajes más significativos de la primer temporada, lo cual hace que, desde el principio, la serie te descoloque.
Los tres agentes de la guardia civil encargados de las investigaciones (Héctor, Lola y Salva) vuelven a reunirse para resolver los asesinatos en equipo, pero ahora tienen un nuevo jefe que hace que cada movimiento sea vigilado y cuestionado.
Pablo (Miquel Fernández), que nunca estuvo muerto, regresa a Campoamargo cargado de odio y de silencios ante los interrogantes, porque todos pensábamos que Héctor lo había asesinado, pero ahí aparece, vivito y molestando porque no hace más que eso, molestar y entorpecer la labor de investigación de su equipo.
En esta temporada aparecen personajes que no conocíamos y que traen consigo historias que reafirman que “todo lo que está mal en el mundo – bueno, casi todo- se trata en esta serie española”, porque además de todo lo malo que vimos en la temporada anterior, en esta se le suman por ejemplo, la trata de blancas y el narcotráfico.
Es muy recomendada, aunque los métodos para resolver los asesinatos disten un poco de los que estamos acostumbrados a ver en series de este tipo creadas en Reino Unido o Estados Unidos, y eso sea un poco desconcertante a veces, estos trece capítulos son muy entretenidos y vas a estar debatiendo entre amar, odiar o perdonar personajes a medida que vas pasando por ellos.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), marzo 1/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Entre las múltiples series que podemos ver en Amazon Prime, The night manager o El gerente nocturno es una de esas que vale la pena ver. ¿Por qué? Aquí les cuento.
Visualmente es espectacular en cuestión de paisajes, locaciones y escenarios detallados. Actuaciones limpias y extraordinarias, una historia interesante y por supuesto, una factura impecable. Esta serie que sólo cuenta con una temporada compuesta por 6 episodios narra la historia de un magnate perverso y un hombre que se embarca en la misión de destruirlo, en parte por venganza personal y en parte porque en una agencia de inteligencia de Londres (muy en plan MI6) trabaja una mujer que lo busca para que sea su infiltrado (su agente 007, para continuar con la comparación).
Richard Roper, interpretado por Hugh Laurie, es el multimillonario desgraciado que trafica armas en el mercado negro, sin escrúpulos, sin filtros y sin compasión; asesina o hace que su séquito de seguidores asesinen por él a todo el que se le atraviesa en el camino o lo amenaza. Es verdaderamente un villano con todas las de la ley. La actuación de Laurie es impresionante porque además de todas sus virtudes actorales, tiene una poker face igual de poderosa que su contrincante Tom Hiddleston, quien interpreta a Jonathan Pine. Entre ellos dos se crea una relación cautivadora que se pasea por la desconfianza, el odio, la manipulación y la camaradería. Tom Hiddleston, que increíblemente tiene apenas 35 años, lo que hace siempre es bueno.
La mano derecha de Roper es un alcohólico homosexual con un alto nivel de sarcasmo y es tan leal a su jefe como a su novia, convirtiéndose en una piedra en el zapato para el cometido del señor Pine. La agente que reclutó a Jonathan para acabar con Roper es la impresionante Angela Burr (Olivia Colman), quien tiene que lidiar con la burocracia y una enorme corrupción dentro de la agencia de inteligencia extranjera.
Resulta que la novia de Richard Roper es una mujer preciosa llamada Jed Marshall (interpretada por Elizabeth Debicki), quien vive rodeada de lujos disfrutando de la vida de novia de un magnate, pero con un secreto que la lastima. Como era de esperarse (y este es un cliché, pero lo aceptamos), ella y Pine se enredan a escondidas, teniendo un romance intenso.
Espionaje, desnudos, violencia, fiestas, intrigas, secretos, engaños, de todo se ve en esta adaptación de la novela de espionaje de John le Carré del mismo nombre, que te engancha rápidamente desde el momento en que el gerente nocturno envía información clasificada y se desata la historia.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), marzo 22/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Si a usted le gustan los deportes de aventura, esta serie es para usted. Y si eso no es su fuerte, igual véasela, porque estos 11 capítulos lo llevan a acompañar a 66 equipos en una travesía tan dura pero espectacular, que uno termina haciéndole fuerza a algunos personajes, si no es que a todos.
Bear Grylls, ese exmilitar, jefe de scouts y aventurero que todos conocimos como presentador de programas de supervivencia, es el anfitrión de esta versión del famoso Eco-Challenge, que esta vez se desarrolla en las islas Fiji.
Cada equipo está formado por cuatro personas, que más bien podría decirse cuatro superhumanos, porque, aunque la carrera está diseñada para completarse en 11 días, hay algunos que la corren como si se les fuera la vida en ello y de verdad compiten para ganarla.
Hay que tener mucho coraje y eso es uno de los motivos más interesantes para ver esta serie, porque los equipos tienen que hacer actividades como remar, correr, escalar, nadar, armar bicicletas para montarlas y luego desarmarlas, construir balsas, correr, hacer balsismo (o rafting), hacer trekking y todo eso con tiempos límites y sin la ayuda de los aparatos tecnológicos que nos ayudan a navegar hoy en día. Sólo pueden usar una brújula y un mapa.
Es realmente emocionante ver cómo los equipos van sorteando los desafíos, cómo logran atravesar etapas sin dormir, cómo se apoyan entre ellos, en fin, es muy buena esta serie, además porque los paisajes en Fiji son increíbles y tanto los camarógrafos como el equipo de producción hacen un trabajo admirable para presentar con muy buen resultado una carrera de aventura de este tipo.
El señor con Alzheimer, el homosexual que compite en diminutas pantalonetas de baño, las gemelas indias, el que corre con las cenizas de su hijo, los veteranos de guerra, los neozelandeses que parecen máquinas, el primer equipo de sólo negros, el equipo de los experimentados… Mejor dicho, hay de todo entre los participantes y es muy agradable verlos pasar por todas las etapas de emociones y estados de salud posibles, porque la competencia los obliga a hacer esfuerzos sobrehumanos y llevarse a los límites.
Seriamente recomiendo esta serie que pueden ver en Amazon Prime.
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), abril 30/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Desde el título uno piensa “wow”, porque siempre es admirable al menos la mención de una confrontación con la historia que algunas religiones nos han contado todas nuestras vidas (que el mesías era un hombre blanquito, rubio y con ojos azules).
El director creó una película exquisita, con ambientaciones muy bien logradas, magníficas actuaciones, una banda sonora bastante adecuada y unos diálogos extraordinarios.
En 126 minutos conocemos una parte de una historia real, en la que “Bill O’Neil” interpretado por Lakeith Stanfield, por andar de criminal tiene que hacer un trato con el FBI y así se convierte en el símil del Judas que conocemos, es decir, un traidor.
Bill se infiltra en el grupo del partido de Panteras Negras localizado en Illinois, allí conoce a un hombre muy joven (aunque no lo parece) que tiene un gran liderazgo sobre el grupo, un don de palabra envidiable y una determinación inquebrantable para continuar en la lucha por los derechos de los negros. Ese líder carismático y fuerte es Fred Hampton (interpretado por Daniel Kaluuya).
Es destacable que no tiene protagonistas, aunque uno pensaría diferente, eso sí, el grupo de actores “principales” son todos negros, lo cual hace que la pertinencia de esta película en el contexto mundial sea bastante interesante.
Realmente es una creación tan buena que uno se la puede ver varias veces, así se pueda enojar cada vez que lo haga, no es por accidente que ha tenido 50 nominaciones a diversos premios alrededor del mundo y hasta ahora ha ganado 36 premios, incluyendo 2 Oscar, 1 Golden Globe, 1 BAFTA, 1 SAGA y el resto es una lista demasiado larga para incluirla aquí. Conclusión, véasela, no se va a arrepentir (a no ser que sea racista).
Artículo publicado en Nota Random (Revista Digital), mayo 9/2021.
Por: Ana Lucía Pérez Escobar
Soulmates, lo nuevo de Prime Video, no debería considerarse una serie sino un conjunto de cortometrajes que giran alrededor de una idea: una prueba de laboratorio indica quien es el alma gemela de la persona examinada.
¡BUM! A partir de esa idea nacen estos 6 capítulos (o cortometrajes, mejor dicho) en los que nos muestran diferentes situaciones que pueden desarrollarse a partir del conocimiento de quién es tu alma gemela.
¿Qué pasaría a un matrimonio hermoso de una pareja que fueron novios desde muy jóvenes, si supieran que su pareja no es su alma gemela?
¿Puede alguien hacerse pasar por el alma gemela de un hombre felizmente casado y llevarlo a desbaratar su vida por completo?
¿Puede un matrimonio “abierto” soportar que uno de los dos tenga una relación con su alma gemela?
¿Qué pasaría si en un viaje a conocer su alma gemela, un hombre se ve envuelto en una aventura con un embaucador?
¿Y qué pasa con alguien que se da cuenta que su alma gemela está muerta?
¿Puede el alma gemela despertar instintos asesinos en una persona tan buena que sirve desayunos comunitarios?
De todo pasa en estos 6 episodios. Es algo espectacular porque ha sido concebido para atender diferentes aspectos de la forma de ser y comportarse de los seres humanos y claro, a todos nos han enseñado desde tiempos inmemorables que lo mejor que puede pasarnos es estar con nuestra alma gemela, entonces la serie resuelve la intriga ¿qué pasaría si pudieras conocer a ciencia cierta tu alma gemela?
Desde el amor, la felicidad, los celos, la infidelidad, el miedo, el odio y hasta la desolación, vemos situaciones cotidianas con las que algunos podemos vernos fácilmente identificados.
Por otro lado, las locaciones, los sonidos, las ambientaciones están muy bien. Las actuaciones son frescas pues no se ven muchos actores conocidos, y realmente, nada más por el concepto vale totalmente la pena ver Soulmates, que está ambientada 15 años en el futuro y es inevitable que termines preguntándote, ¿qué harías si supieras quién es tu alma gemela?