No nos lo enseñaron, tampoco lo descubrimos. Confundimos hacer nada con estar aburridos, entonces hacemos cualquier cosa por el tiempo que sea necesario, para luego detenernos y pronto nos embarcamos en una nueva actividad, porque quedarnos quietos, haciendo nada, tan solo mirando, contemplando, se asocia con perder el tiempo, y dios nos libre de semejante pecado (que se les quedó por fuera de los diez mandamientos a los católicos) o tal vez en la época de Moisés no se consideraba pecado, o tal vez ese estaba en la tabla de piedra que Moisés quebró por cascarrabias.
Ni contemplamos
para afuera, ni contemplamos para adentro.
Nos aproximamos
cuando vamos en un tren -o cualquier otro- y no tenemos con qué entretenernos,
es como una contemplación obligada, que más adecuado sería llamarla: mirada
perdida con cavilaciones aleatorias cerebrales (igual a aburrición).
Acostarse en una
hamaca a mirar el cielo, sentarse a observar un bosque, mirar un paisaje, en
silencio, sin escuchar música, sin teléfono -o sus similares-, sin
distractores, es un acto al que nunca nos acostumbramos y nos parece una
locura, un desparche, una vagancia, una pendejada.
No tenemos que
hacer nada, podemos sentarnos en un parque, mirar por la ventana, acostarnos
mirando al techo, durante el tiempo que podamos y aguantemos. Si, el que aguantemos
suele ser menor que el tiempo que podemos.
Los viejitos
saben ser más contempladores, ¿será porque a medida que envejecemos nos damos
cuenta de que todo importa un pepino (perdón, pepino), un carajo, y que
aprendemos más viendo el mundo pasar, dejando que el cerebro haga emerger ideas
y pensamientos mientras nuestros ojos solo observan lo que tienen al frente? ¿o
será porque no tienen cómo entretenerse?
¿O será porque
tienen mucho tiempo libre que les queda tras hacer filas en las EPS y vueltas
en los bancos, y les da hasta para contemplar?
En los colegios o
en las casas deberían enseñar a contemplar, pero ¿quién sabe hacerlo?
Tal vez por
nuestra incapacidad de hacerlo es que nos meten tanto contenido estúpido, vacío
(¿si vio el oxímoron?) por todos lados. Si aprendiéramos a quedarnos quietos,
no tendríamos esa necesidad de mover los dedos hacia abajo en una pantalla y
consumir poco conocimiento pero grandes cantidades de necesidad de seguir
moviendo los dedos hacia abajo, porque a veces ni estamos mentalmente conectados
a lo que vemos y nuestros dedos siguen atrayendo contenidos.
Mover los dedos
arrastrando videos e imágenes en una pantalla es una droga, la heroína del
mundo digital, sintética, no entra por las venas ni la nariz, entra por los oídos
y los ojos. EHeroína. Heroín@.
Nos enganchamos y
ni nos aprovechamos de esos algoritmos que bien podrían enviar.
—¿Vamos a contemplar
juntos?
No creo que sea
una frase muy pronunciada o escrita entre personas.
Si usted es capaz
de mirar a su novia, desnuda, bañándose al aire libre, lo felicito.
Si usted es capaz
de mirar las olas del mar (o el oleaje) sin tener en su mano un distractor por
más de diez minutos, lo felicito.
Y recibirá mayor
admiración a mayor tiempo contemplando.
Es que es muy berraco,
y no he siquiera tocado el tema del interior. Esa mirada sí que es dura. Aplausos para todo el que lo hace.
¿Cuántas horas no
habrán pasado contemplando los grandes pensadores de la antigüedad? ¿Cómo se
configurarían sus vidas y sus mentes para que pudieran hacerlo durante tanto
tiempo? Porque Sócrates no salió con tanta cosa en “media horita”.
Por ahora me despido, voy a ver una enorme nube que parece Godzilla, a ver si aprendo ese jodido arte de contemplar. Eso sí, primero la foto para la posteridad ;)