Se te fue la estrella de las manos.
Te enamoraste y quisiste mantenerla a tu lado para siempre. No te juzgo, por el contrario, te entiendo.
Te deslumbró, fue tanta su luz que te cautivó al mirarla, fue tan bonita su energía que no pudiste concebir separarte de ella.
La estabas ahogando, su poder debía seguir contagiando al mundo, pero esa idea iba en contra de tu profundo deseo de jamás perderla y continuaste apretándola entre tus manos, tan intensamente que la ibas desintegrando con el pasar del tiempo.
Así es un poco el amor que conocías, verdad? Es una lástima pues ella se sentía en casa a tu lado, no creía que la pudieras lastimar y continuaba palpitando enérgicamente, llena de colores brillantes, mientras en tu mente cada momento se iba arraigando más y más la idea de que tenía que ser sólo tuya, de que el mundo no te la debería arrebatar y celosamente la empezaste a encerrar.
Ilusamente llegaste a pensar que si te convertías en su todo, ella jamás te dejaría.
No puede ser tuyo algo que ya es del Universo. Ella merecía irradiarlo todo con su magnificencia, y a pesar de quererte se tuvo que apartar porque la estabas sofocando y la terminarías matando.
Una estrella como ella no merece un instante así, es y debe seguir siendo libre, feliz, radiante, contagiando alegría a todo el que la mira, a todo el que toca.
Tu amor ciego y mal concebido la obligó a escapar, era su vida o tu capricho y bueno, para ella no fue fácil elegir pero lo hizo por el bien de todos. Ya te había enseñado sentimientos grandes y era hora de partir.
Se te escapó de las manos y con rabia, dolor y mucho llanto en tus ojos la viste alejarse, sin despedidas largas, sin calma, violentamente saltó y se alejó de tu locura.
Y así quedaste, desesperado, triste y más loco que nunca, porque sentiste el momento exacto en que tu estrella se fue de tus manos y te desgarró el corazón.
Te enamoraste y quisiste mantenerla a tu lado para siempre. No te juzgo, por el contrario, te entiendo.
Te deslumbró, fue tanta su luz que te cautivó al mirarla, fue tan bonita su energía que no pudiste concebir separarte de ella.
La estabas ahogando, su poder debía seguir contagiando al mundo, pero esa idea iba en contra de tu profundo deseo de jamás perderla y continuaste apretándola entre tus manos, tan intensamente que la ibas desintegrando con el pasar del tiempo.
Así es un poco el amor que conocías, verdad? Es una lástima pues ella se sentía en casa a tu lado, no creía que la pudieras lastimar y continuaba palpitando enérgicamente, llena de colores brillantes, mientras en tu mente cada momento se iba arraigando más y más la idea de que tenía que ser sólo tuya, de que el mundo no te la debería arrebatar y celosamente la empezaste a encerrar.
Ilusamente llegaste a pensar que si te convertías en su todo, ella jamás te dejaría.
No puede ser tuyo algo que ya es del Universo. Ella merecía irradiarlo todo con su magnificencia, y a pesar de quererte se tuvo que apartar porque la estabas sofocando y la terminarías matando.
Una estrella como ella no merece un instante así, es y debe seguir siendo libre, feliz, radiante, contagiando alegría a todo el que la mira, a todo el que toca.
Tu amor ciego y mal concebido la obligó a escapar, era su vida o tu capricho y bueno, para ella no fue fácil elegir pero lo hizo por el bien de todos. Ya te había enseñado sentimientos grandes y era hora de partir.
Se te escapó de las manos y con rabia, dolor y mucho llanto en tus ojos la viste alejarse, sin despedidas largas, sin calma, violentamente saltó y se alejó de tu locura.
Y así quedaste, desesperado, triste y más loco que nunca, porque sentiste el momento exacto en que tu estrella se fue de tus manos y te desgarró el corazón.