Amarte es más frustrante que querer volar en el mar.
Pensarte, soñarte, delirar en el arco iris de tus ojos, derretirme en la comodidad de tus huesos, todo en mi mente, todo en imágenes que se construyen a través de mi todo que no te abandona y el todo que ya no me das.
Buscarte, maldecirte -si, te maldigo-, a veces te detesto y con los ojos mojados me juro que no voy a seguir con este absurdo de intentar amarte, sólo para chocarme contra las paredes que levantas a mi alrededor para evitar mi partida.
Paredes de babas y nada más. En tu devenir no encuentro más que incoherencias y desprecios, de este lado del mundo no me he topado con nada que me atraiga, nada que me incite a titubear, y lo sabes, lo más interesante es la importancia que le das.
Me gusta despedirme aunque me lastima, con la calma, con el tiempo, con paciencia y mucha perseverancia, te darás cuenta algún día que este momento de meditación me dio el impulso para decirte adiós.