8.11.07

Llegando de Miami

Estoy en el cielo, viajando entre nubes con el Sol a mi derecha, vigilándonos todo el transcurso de nuestro trayecto, enviando sus tímidos rayos a escudriñar, a través de las pequeñas ventanitas, a los mortales que dejan una ciudad tan grande como el horizonte.  Miro a través de la ventana y veo un vidrio transparente sobre el cual han posado pequeñas motas de algodón, y una que otra súper mota.  Sobre ese vidrio no hay nada más, y unos kilómetros más arriba se repite el festival de algodoncitos que desde la tierra dan la ilusión de un cielo lleno de nubes.

Mientras el tiempo va pasando y el lugar de destino se va acercando, mi asiento se sacude y veo el ala del avión moverse como si fuese un papelito frente a un ventilador.  Es una estructura inmensa, pero a esta altura y esta velocidad, creo que la naturaleza gana en potencia.

A mi lado está el chico que se ha ganado mi completa admiración y mi respeto infinito, no lo considero perfecto, pero si es un ser increíble, a su lado los viajes más aburridores se hacen más divertidos, pues con sólo mirarlo, en mi cara se dibuja un te amo, mis ojos brillan y mis labios crean una leve sonrisa para no hacerle pensar que me burlo de él, pues no creo que entienda muy bien como funciona el mundo fantástico en el que habita su hermana menor. 

Si, es él, mi hermano, el hombre que me ha enseñado todo cuanto ha querido en la vida y mucho más, el hombre que ha hecho de mí quien soy y se ha encargado de entrenarme...

El Sol se escondió, un cielo de mil colores se dibujó a través de la ventanita, tenía muchos tonos de azul mezclado con blanco.  Debajo de este desfile de colores, el Sol trataba con fuego de no irse y quedarse vigilándonos, pero la noche lo empujó hacia abajo, dándole paso a miles de estrellas que brillaban para adornar el final de nuestro viaje.

Fue un muy buen viaje, desde que comenzó con la partida de Medellín, fue excitante principalmente por la compañía, pues no sólo viajé con mi hermano, ¡sino también con mi madre! Era su primer viaje a ese país y siempre pensé que sería una experiencia muy buena y efectivamente, lo fue.

Conocí una parte diferente de la ciudad, compré cosas que jamás pensé tener y eso me gustó mucho, pero una de las mejores cosas del viaje fue la gente que conocí o con quienes tuve la oportunidad de hablar.  Entre esas personas rescato a una española, un rolo, un español y 2 israelitas.  La española es una nena espectacular en todos los aspectos que pude conocerle, una mujer divertida, muy inteligente, bonita y muy servicial.  Así también son el español y el rolo.  Los dos israelitas fueron los más divertidos del viaje, todo comenzó porque sonreí y dije ¡Uaj! al ver lo que vendían, pasé por el lado de ellos muchas veces y siempre me llamaban hasta que por fin me acerqué a ellos, les compré 2 helicópteros y el resto del día los vi varias veces... Un par de chicos muy buena gente y uno de ellos increíblemente lindo, tenía unas gafas grandes y recuerdo que cuando se las quitó me quedé como hechizada, no sólo por el color de sus ojos sino por sus pestañas, ¡uaj! no hablaba nada de español y se enojaba cuando yo hablaba en español con su amigo... El último día de mi viaje los volví a ver, me sentaron y hablamos un rato, intercambiamos datos y salí corriendo a comprar un piercing para mi hermanita, corrí como una niña chiquita, feliz de haberlos conocido y con la seria esperanza que cumplan sus planes de viaje a Suramérica, ¡definitivamente son la locura!


Cambio de avión

En este momento estoy sentada en un avión la mitad del tamaño del que me trajo de vuelta a mi país, a mi lado hay dos niños, uno debe tener 4 o 5 años y el otro como 12 o 13, en él se nota el delirio de grandeza que te da cuidar a un menor y la actitud de pavo real al hablar con la niña de atrás y con otra de adelante...

Hace como 20 minutos estoy sentada, los motores están encendidos y este avión no se mueve... ¿Qué pasa? Se preguntan los pasajeros inquietos, sin recibir comunicación alguna del capitán o la tripulación.  El capitán por fin rompe el silencio, la demora es culpa de un desorden en el tráfico aéreo, por lo que tendremos que esperar otros 10 o 15 minutos... Definitivamente la aerolínea y el aeropuerto no son manejados por los más competentes, esa observación me queda luego de 2 días enteros encerrada en aeropuertos, luego de llegar a mi destino de viaje y no recibir maletas, luego de una cantidad de mensajes errados en las pantallas, películas sin final en los aviones, etc.  Sin embargo todas estas cosas no me molestan, ni siquiera llegar a un país diferente sin mi equipaje me molestó, supongo que los medicamentos han cambiado mi forma de percibir situaciones y a eso se ha sumado la poca importancia que le doy a los problemas menores.

Volver a Medellín es una inyección de sensaciones, no puedo evitar que me tiemble todo por dentro cuando me imagino situaciones que se pueden dar, encuentros, saludos con diferentes personas.  No me asusta ver a mi familia, es más que cualquier sentimiento, tranquilidad de volver a donde no puedo ser más amada, así me vaya a encontrar con regaños por haber comprado cosas tan increíbles.  El susto me da por volver a ver a algunos amigos y amigas, que siempre me gusta impresionar porque a veces me han dado la pista que esperan mucho de mí.

Mañana hay una fiesta tan esperada como un bebé, nos pararemos en la universidad como los graduandos de Ingeniería Ambiental y celebraremos como nunca el estar cerca de un título que nos costó tanto obtener.  La fiesta será larga, probablemente dure hasta la madrugada, lo cual puede ser un pequeño motivo de alegato con una de mis mejores amigas, ella a quien le he escrito tantas veces, seguramente vaya a alegar sino estoy con ella... La verdad en este momento no sé si voy a estar o no en la fiesta completa, vamos a ver que pasa, sin embargo siento ansiedad por lo que pueda pasar, por quien pueda ver o algo así.  ¡Ese es uno de los momentos en los que seguramente mi intención de dejar de fumar viajará al carajo!

Dejar de fumar es atractivo, pero siento tantas cosas en mí a medida que voy viviendo o mi mente se va imaginando cosas, que el cigarro es un escape perfecto, pues detrás del humo se esconde mi cuerpo y con el cuerpo se vuela la mente, por lo que dejar de fumar es realmente una quimera.

En mi mano hay un café Juan Valdéz, con un sobre de crema y dos sobres de azúcar, tan caliente como pudo lograrse con la cafetera de este avión tamaño mediano que me llevará a la ciudad que tiene mi corazón en sus calles, árboles, edificios y montañas, en el hablado de su gente y las sonrisas que ves cuando vas por la calle.

Fin del viaje... ¡qué felicidad siento!

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