16.6.08

Perder la cabeza

De las mil formas que pensé por las cuales podría perder la cabeza, vos sos la forma menos pensada.
Jamás pensé enfermarme por vos, jamás se me ocurrió que serías una tormenta tan grande que revolucionaría todo lo que hay en mí, mi forma de pensar, mis gustos, mi forma de actuar, mis nervios, mi deseo...

Perdí la cabeza y no la he podido encontrar, he buscado por todos lados y parece que te la llevaste en una mochila a algún lugar fuera de mi área de cobertura, ahí la escondiste y yo estoy como loquita descabezada, sin saber que hacer con un cuerpo que a ciegas te busca y se da golpes contra las puertas y los muros que hay entre vos y yo.  

No sé cómo acostumbrarme a esta nueva situación, no hay claridad porque no tengo cabeza, me enloquecí y parezco viviendo de recuerdos increíbles de un tiempo en el que viví en el cielo, con lo que me queda fabrico escenas divertidas, tan alegres como la vida cuando sonreíste junto a mí y me besaste.

Siempre pensé que me volvería a enamorar y que no me iba a pasar lo que le pasa a la gente cuando las cosas cambian, que no volvería a sentir mi corazón partirse como lo sentí cuando caí por primer vez, pensé que iba a ser tan fuerte que no me iba a afectar, pero... ¡Va la madre! ¡Así no fue!

¿Quién puede resistirse a alguien como vos? No me arrepiento de no tener cabeza, no me arrepiento de haberme entregado, no me arrepiento de haberte besado, de haberte quitado la ropa, de haberme dejado quitar la ropa, no me arrepiento de nada de lo que viví en el proceso de enloquecerme.

Ahora lo único que se me ocurre es pensar... ¿qué pasó?

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