Salto, no a la fama, salto con los ojos cerrados a la soledad.
Escapo, en la noche montando en una estrella fugaz.
Sin mirar atrás, sin vacilar por un segundo, me desprendo de mis temores y sueños compartidos, y me aferro a mi voluntad de respirar aire tranquilo y navegar en mi mar de soledad.
Sonrío, entre la sensación de desasociego, mi corazón está recobrando la capacidad de latir en mi propio son.
Atómica, reservada, caótica y repelente, abro los ojos a un nuevo día sin tener mucho muy claro, guiándome por la luz de mi propia constelación.
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