30.3.20

Despertar

Me desperté de un largo sueño, vi a mucha gente reunida, todos vestidos de negro. Vi a mi madre y a mi abuela llorando, recostando sus cabezas sobre un cajón negro, parecía un ataúd, ¿quién se murió?, pregunté, mi madre me miró a los ojos, los tenía muy hinchados, no me respondió. Fui hacia una silla en la que estaban mis hermanos llorando, los miré, pero ellos no notaron mi presencia, ¿qué está sucediendo?, volví a preguntar. De nuevo, nadie me respondió. Entró un hombre, vestido de blanco, un blanco totalmente puro, brillaba, me sorprendió por ser único, por su vestimenta y por ser el único que me miró y me habló, me dijo: “vamos, no esperes más, será más duro mientras más te quedes aquí”. “¿A dónde vamos?”, le pregunté, no me respondió lo que yo quería oír, sólo me dijo: “sígueme”, y así lo hice. Caminamos muchas horas, si es que así las puedo llamar ahora, sentí como si fueran años, muchos años, pero yo no estaba cansado, podría seguir caminando toda la eternidad, y estoy seguro de que no me cansaría. Llegamos a un lugar en medio de la nada, todo era oscuro y había tres entradas, una era tenebrosa, la otra era profunda y tenía mucha fuerza, sentía que me quería halar hacia ella, y la tercera era clara, se sentía mucha paz al mirarla. El hombre de blanco me dijo: “Ahora es tu decisión, piensa qué vas a hacer, ya que de ello dependerá tu vida”, me miró y entró por la tercera puerta, yo intenté seguirlo, pero de repente sentí una poderosa fuerza y me desperté de un largo sueño, vi a mucha gente reunida, todos vestidos de negro, y de repente mi madre se tiró sobre el cajón negro y gritó: “¡Está vivo!”, yo sonreí y volví a cerrar los ojos.

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