2.8.20

Ayer te quité la ropa

Llamé a tu número, respondiste y en unos minutos estabas en mi casa.  Yo estaba sola.  Empezamos a hablar como siempre, de cualquier cosa, recordando tiempos en los que nada malo habíamos hecho, sólo era diversión, si tan sólo hubiéramos dejado la estupidez de enamorarnos a un lado, nunca hubiéramos tenido que separarnos.

Yo tenía una camisita y unos calzoncitos blancos que me gustan mucho y desde que había llegado a casa me había quitado todo lo demás. Hace mucho calor en estos días de Agosto y la ropa nunca ha sido lo que más me gusta usar.

"¿Cómo es que me recibes con tan poquita ropa?", de repente dijiste.

 Me reí.

"No es algo que no hayas visto antes y hace calor, pero si te molesta me pongo más ropa, no hay problema", dije.

Me reí de nuevo y sonreíste.

"¡No! ¡cómo se te ocurre!", fue lo que lograste decir mientras mis ojos se encontraron con los tuyos cuando dejé de caminar por toda mi habitación.

Era inevitable estar nerviosa, me temblaban las manos tanto como los pies, me movía de un lado a otro guardando cosas, pasando otras de un lado a otro.

Me senté en la cama y te miré, estabas en una silla viéndome mover como loquita.

"¿Nos fumamos un cigarrito?", te pregunté justo cuando me senté, realmente quedarme quieta era imposible.

"Claro, ¡vamos!".

Salimos al balcón, había poca gente en la playa, era un poco tarde y los domingos la gente parece tener conciencia de levantarse a trabajar al día siguiente.  Sobre el mar se reflejaba un poco la Luna que se estaba llenando y el viento movía las hojas de las palmeras.

"Me gusta este lugar, me gusta este sonido", dijiste guardando el humo en tus pulmones.

"A mí me gustas más tu", pensé.

Me reí.

Soltaste el humo, "¿de qué te ríes?".

"Me gusta lo que esta pasando en este momento", dije sonriendo y mirándote, creo que no tienes idea lo mucho que me gusta mirarte.

No dijimos nada durante unos minutos.  No fue silencio incómodo, fue el mismo silencio que siempre hemos guardado cuando nos sentamos a observar.

"En este balcón me acuesto a veces a tomar el Sol cuando hay mucha gente en la playa y me da pereza bajar".

"Perezosa, no cambias" te reíste y yo hice lo mismo.

Para qué negarlo, es real.

"¿Con ropa o sin ropa?", preguntaste.

Te miré con los ojos muy abiertos, no supe como más reaccionar.

"¿Con ropa o sin ropa qué?", pregunté.

"¡Tomas el Sol!", riéndote respondiste.

"¡Ah! sin, así aprovecho para quitarme un poquito las marcas porque nadie me puede ver aquí", dije.

No supe qué pensaste, sólo sonreíste y no hablaste más hasta que dijiste que entráramos porque hacía frío y querías poner música.

The kooks fue tu elección, me gusta esa banda, puse una canción que me gusta mucho, se llama Naive, luego dejamos que sonara aleatorio.

De repente escuché, “yo te quiero ver como si estuvieras en el balcón tomando el Sol".

Me reí muchísimo, no sé si del susto o del alivio que sentí porque te atreviste primero.

"Primero tienes que estar como yo porque estoy en desventaja", te dije.

Me miraste, guiñaste un ojo y te quitaste la camisa.

"Cierra los ojos", me dijiste.

 Lo hice y cuando me dijiste que los abriera, me encontré contigo frente a mí sin camisa y sin pantalón. Algo dentro de mí se derritió, te sentaste en la misma silla de antes y yo volví a sentarme en mi cama.

A partir de ese momento hicimos lo que tantas veces habíamos hecho y tantas otras quisimos hacer. Jugamos despacio, hablando y haciendo peticiones para ver nuestras partes, huesos “del patrimonio”, tatuajes, rayitas, heridas de guerra... Mientras íbamos haciendo eso teníamos que ir apartando lo que nos quedaba de ropa, hasta que fue necesario perderla.

No sé quien temblaba más, hacía mucho tiempo no jugábamos así, había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo hicimos y era el momento ideal.

La sensación que te absorbe la mente cuando no se tiene nada que perder se apoderó de mí Me levanté y caminé hacia tí, me viste acercarme sin decir nada, me agaché y te dije algo muy bajito, te puse una mano en el cuello y te dí un beso, delicioso como siempre, como si nunca lo hubiera hecho antes, lento, no tenía afán alguno, ya no habían barreras y ese lugar perfecto había que disfrutarlo.  Algo tiene tu boca que con un pequeño roce me dispara el movimiento, me gusta lo que siento cuando te dejas llevar y hago lo mismo, no es otra cosa diferente a perfección.

Te quité la ropa sin tocarte, te quitaste la ropa para que yo pudiera disfrutar. Me quité la ropa para enloquecerte y nos perdimos en la cercanía y en el secreto. Te levantaste de la silla, rodeándome de besitos me llevaste a la cama y haciendo lo que nadie sabe fui feliz, tocándote de pies a cabeza, enredándome en tu pelo, perdiéndome en lo que tanto me gusta, sintiendo como tu piel recorría la mía y tu boca me hacía temblar.

Es delicioso, es algo que dura más que el tiempo que estuvimos jugando a la seducción y a hacernos estallar.  Desatar lo que siempre guardamos vale, dejarnos llevar también, todo se valió anoche, cuando te llamé para volverte a ver y terminé durmiendo, con mi mano en un abdomen que me borra la decencia, al lado de quien me libera el diablo y me quita la cordura.

Ahora mi cama huele a ti, mi piel te guardó en su memoria y como siempre, fue una noche para recordar-nos-.

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