6.11.20

El desajustado

“A veces tenemos que forzarnos a poner los pies en el suelo para que nos saquen de la cama o del sillón en que nos refugiamos. A veces, aunque podría decir que son muchísimas más que aquellas en que no nos tenemos que obligar, pero no quiero pintarles un escenario demasiado oscuro. 

A veces nos levantamos de la cama y terminamos yendo derechito al sillón cómodo. 

A veces logramos engañarnos y hacemos cosas, salimos, escribimos, tomamos fotografías, y así.

A veces nos levantamos de la cama con el único objetivo de buscar comida, para que las pastillas no nos hagan fuego en la barriga. Pero fuera de eso, encontramos muchas dificultades para hacer algo. No nos provoca, no nos provoca nada. No encontramos placer, tampoco disfrute en aquellas cosas que ustedes viven alegremente.

Nos sentimos incomprendidos cuando alguien nos intenta dar ánimos, o nos critica, o nos mira mal al vernos decaídos, porque para los demás, los problemas de salud mental no son reales. Ellos no entienden y no entenderán nunca a no ser que padezcan algo así.

Háganse de cuenta que se han robado la paleta de colores con la que se pinta todo lo que vemos, y en su lugar han dejado sólo grises y negro. No queremos ver la vida en escala de grises, pero no podemos evitarlo.

Para otras personas nuestra salud mental si está afectada, esas nos caen bien. No nos obligan a nada, nos tienen paciencia, nos escuchan y no nos dan palmaditas en la espalda, ni pronuncian vacías frases de motivación.

Si en nuestro poder estuviera tomar la decisión de vivir con esta desgracia o vivir como los sanos, créannos, no escogeríamos esto.

¿Alguna vez se han mirado al espejo mientras se cepillan y no encuentran vida en los ojos que ven? Nos cepillamos por inercia. Por inercia es que hacemos cualquier cosa que hacemos. Reímos, suspiramos, sentimos miedo, desespero y rabia, especialmente cuando sentimos que se nos va la vida atrapados en un túnel en un sillón, pero no conseguimos hacer nada más. Es frustrante, eso nos hace llorar.

Nos cuesta muchísimo movernos o actuar, y no es que no lo intentemos, es que a veces no nos da. El cerebro no nos deja. Creo que esto es lo más difícil de comprender para los demás. Es nuestro propio cerebro quien nos ha secuestrado todo y nos ha dejado sin razones para escaparnos. Nuestro propio cerebro es nuestro captor, y ¡qué difícil nos pone el escape!

¿Cómo te vences a ti mismo si no puedes evitar tus ataques?

Con doctores, medicina y mil cosas más, algunos a veces llevamos una vida un poco “normal”. Es una dura batalla, pero a veces podemos pelearla. Quizás haciéndolo podemos inspirar a otros como nosotros a combatir sus desajustes, perdón, enfermedades”.

Espero puedan comprenderme,

Besos, “el desajustado”.


Al terminar esta carta, respiró profundo, fue al balcón, encendió un cigarro y al dejar ir el humo pensó, “un día a la vez, sólo un día a la vez”.

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