Estoy hasta los huevos de esta vida, de esta ciudad, de las montañas, del transporte, de los coches, del ruido, de su absurda cantidad de edificios feos, parece que estuviera haciendo colección de edificios que insultan la buena arquitectura.
Quiero el mar, lo necesito, estoy perdiendo mi esencia entre tanto asco, tanta polución. Necesito irme, respirar, salir corriendo, dejar las ataduras.
Sólo me quiero llevar las cosas necesarias, poca ropa, música para el camino, la libreta de turno (y el libro también), las gafas, la boca, chiviringo...
Sólo lo necesario, lo que requiero para ser feliz, ah bueno y las pastillas, ¡pero me quiero ir ya!
¡No soporto un día más en este lugar!
Necesito el mar, su olor, su sabor, su calma, sus movimientos, su grandeza, su infinidad, la tranquilidad automática que me inyecta, su oleaje y sus mareas.
Necesito irme, más de lo que necesito comer, esto no es un capricho, esto es un grito desesperado que no se detendrá hasta que vuelva a estar frente al azul que me domina y me devuelve a la superficie lo que llevo adentro.
Necesito sumergirme y enredar mi cabello, gritar bajo el mar y dejar en el olvido los problemas, pensar así con claridad, y más que nada, necesito sentirme libre, extraño la libertad.
Necesito recostarme en la arena, permanecer inmóvil mientras el Sol lentamente abraza mi cuerpo, necesito que mi mirada se pierda en el silencio, contemplando el horizonte perfecto junto a la compañía ideal.
Quiero el pegote, quiero la sal, quiero la brisa, quiero las corrientes y los revolcones, quiero ver algo diferente, quiero irme de aquí, quiero volver a respirar, quiero sentir mi lugar.
Recargarme, que el mar me entregue lo que me hace falta.
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