No soñar, no esperar, no sentir, no pensar, no imaginar, no suponer...
Sobre todas las cosas, a como de lugar tengo que hacerlo.
Porque no sos lo que quiero, no soy lo que vos queréis, no te veo como debería, no estás en el mismo renglón y me duele.
Muy desde lo más profundo me aporrea, la mente, la salud, el corazón, la calma.
Me destruís con lo que hacés, con lo que demostrás. Tanta incoherencia no es sana, no sé si para vos, pero para mí no lo es y te tengo que dejar ir.
Esa idea nunca se materializó y estoy segura que nunca lo hará.
Despedirme me duele, nunca es fácil decir adiós a un sueño tan arraigado en el interior, pero por encima de mi mundo estoy yo, ahí a la cabeza.
Si se cae la cabeza se derrumba el imperio y tengo que luchar por salir adelante y dejar todo este asunto atrás, en el olvido donde desde hace mucho tiempo pertenece, por mucho que quisiera negarlo.
Aceptar que la realidad nunca será la adecuada para cumplirlo duele mucho, me dan ganas de llorar y se me arruga el corazón.
¿Pero cómo hago? Eso me carcome los 3/4 de cerebro, por mucho que lo pienso y le doy vueltas no logro llegar a una conclusión. Eso me da tanto desespero como las razones que me están llevando a despedirme.
Tengo que lograrlo, no puede existir algo inevitable -excepto la muerte- y por mi bien tengo que soltarte al olvido, que te lleve al fondo oscuro del vacío, que jamás permita que este dolor regrese.
Lo siento, con todo lo que tengo y todo lo que soy, lo siento.
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