Y, de repente, carece de sentido jugar Nintendo, jugar en el celular, algo que me entretuvo tanto tiempo durante el día desde hace varios días.
Tal vez emergió la voz de la consciencia y me obligó a buscar mi libreta. No lo sé, ¿cómo saberlo?
He tenido la idea de escribir acerca de Jorge desde hace unos días, pues las condiciones de su muerte fueron bastante peculiares.
Un tipo contento durante el día, el mensaje que le envió a Natalia el día anterior, haber sacado la tarde para estar con ella y decírselo. El infarto fulminante, la caída en las escalas en plena calle de la unidad, la sábana que le cubría levemente el torso y la cara, las chanclas, pantaloneta y camisa a cuadros, la lluvia, el gentío mirando, el taco eterno que pasamos para llegar allá, el médico legista que no llegaba por las cinco muertes que ocurrieron en el mismo rango de tiempo. Los plásticos recortados para cubrirlos, la sábana más grande, el enorme plástico que nos pusieron de techo los vecinos, las aromáticas, la llamadera a emi, los celulares descargados, los comentarios inapropiados de la tía, las historias extrañas de David sobre sus premoniciones. El lapicero muerto del médico legista, el de Sura que no quería que Natalia pasara la cinta amarilla, Natalia y yo que pasamos corriendo por el lado del cadáver sin darnos cuenta pensando que lo tenían en su casa. El cuerpo caliente, las cuatro horas de espera de la funeraria.
Todo parecía una escena de película.
Todo cambia en un instante.
Espero poder apoyar a mi amor en este duelo y que mi suegro, vaya y disfrute lo que sea que siga cuando dejamos de ser vivos.







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