Ahora mismo, intentar responder la recurrente pregunta “¿cómo estás?” de manera sincera sería más que una expresión de desánimo, una quimera.
Cómo puedo estar a menos de una semana de haberme tenido que despedir físicamente de mi otra madre, eso tan literal como pueda ser tomado, pues ante nadie es un secreto que ella, mi tía, hizo más que un excelente papel de madrina y tomó las riendas cuando por motivos laborales mi madre no podía hacerlo.
Cómo puedo estar si todo lo que pasa a mi alrededor ha sido siempre motivo de conversación con ella, en un intercambio de historias, anécdotas y relatos de parte y parte, en el cual siempre ella tenía algo que aportarme o de alguna manera sus opiniones enriquecían mi ser ante todas sus muestras de sabiduría y experiencia.
Cómo puedo estar si a pesar de haberla dejado físicamente, mi mente la busca, mis sentidos la confunden entre la gente y mi ser no acepta que la única forma de volver a escucharla es en mi mente o en grabaciones, de verla es en fotos, de olerla es usando su perfume en mi cuerpo, y que por ningún medio podré volver a abrazarla.
Cómo puedo estar… Realmente no es una respuesta sencilla… Agradezco que su sufrimiento y dolor – nunca merecidos – hayan cesado, pero no encuentro consuelo por ningún lado, ni en palabras del sinnúmero de personas que nos han acompañado desde su partida, ni en sus fotografías, ni en mis recuerdos, porque simplemente cada una de esas cosas me recuerda que no está, ni estará.
A mi Ángel.a la adoro, extraño, amo, anhelo, quiero, todo… Su lucero, su vida, su cielo, su luz, su sol, su todo enloquece en su ausencia y en ella se refugia con tristeza hasta que pueda admirar de nuevo los días.
Septiembre 23 de 2011
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