Pude haber aguantado sus rabias, sus ausencias, su inexplicable forma de ser, sus ganas de mandar todo a la mierda, su llanto, sus risas, sus ganas de quedarse viendo muñequitos y películas en vez de salir a la calle, sus ganas de bailar, sus mimos, sus enfermedades, sus guayabos, sus crisis, sus miradas, sus cantaletas.
Pude haber disfrutado el mundo entero a su lado, no quería nada más que hacerla feliz en los momentos en que me lo permitía.
De mi tenía todo, la sinceridad, el teléfono desbloqueado, la fidelidad, las verdades, la vida sencilla y sin problemas, la lealtad, el respeto, la confianza, el apoyo, la libertad, todo, realmente todo.
Nunca le puse problema por nada, ni por el punto de quiebre que tan rápido vi en nuestras formas de pensar. En todo lo que quiso la apoyé y la ayudé, en todo momento estuve pendiente, aún cuando sabía que me quería lejos…
De repente todo se acabó y no supe por qué.
¿Una excusa? La consiguió en este mismo lugar, se empeliculó de la nada y salió corriendo sin avisar, sin un mínimo y merecido adiós -ilusa-.
Nunca lo voy a entender, se fue tan repentinamente como llegó el día que sacó la metralleta y me disparó sus perros.
La verdad es que la llevo en mi corazón. Le vi sus demonios y no me espantaron, los enfrenté a todos y no me moví ni un poquito lejos de ella. No podía hacerlo, me parecía una mujer magnífica, seriamente lastimada, honesta y llena de miedos. Una mujer a la que la vida le había dado duro, pero que merecía más que eso.
Muy pronto entendí que yo no le importaba y no me rendí. Sabiendo todo eso seguí a su lado, quería que aprendiera a quererse, que viviera algo real, sin dramas, sin daños, sin engaños, algo sincero. Elegí querer lo que de ella podía, quería mostrarle su valor y su capacidad de volver a creer -pobre ilusa-.
Aquí estoy, sin respuesta, sin un adiós, sin “gracias pero no más”, sin ella, sin su locura.
Me advirtió que cuando me estuviera haciendo daño le avisara y lo cortábamos, pero no me hacía daño. Ahora si lo hizo, ahora lo está haciendo…
No entiendo por qué.
Yo solita me metí en eso y por supuesto, ella ni por enterada.
Yo por la felicidad de ella hubiera hecho lo necesario. Ahora veo que no era yo lo que ella quería y arrugada pero tranquila me tengo que ir. Cuando alguien es capaz de irse sin despedirse de alguien que lo dio todo, nada más que hacer sino armarse y regalar ausencia.
No me hace feliz hacerlo, pero si yo no soy la persona capaz de darle nada que le sirva, me declaro despedida.
Le deseo lo mejor de lo mejor, que la vida le muestre que se puede ser feliz, que se puede confiar, que se puede hablar, que no todo es malo ni problema, que hay más cosas para amar que para odiar. Que sonría y encuentre satisfacción, que se quiera, que siga siendo una gran mujer, con todo y su lado oscuro…
Pude haber bancado sus demonios, pero ella no quiso que lo hiciera.
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