Yo ya sabía que la depresión que me aflige no se va a ir, que va a joderme por el resto de mi vida, con medicamentos, meditación, ejercicio, alimentación saludable y todo lo demás que se supone que uno hace para mantenerse sano.
Ella no se va a ir, pero cómo me jode cuando alcanza la superficie.
Despierto porque suena el despertador, o porque Natalia se levanta, pero aún no estoy lista y vuelvo a intentar dormir. Más tarde tampoco estaré lista, pero lograré la proeza de sacarme de la cama porque tengo que hacerlo, no porque me provoque.
De ahí en adelante lo que consiga será una proeza. Una serie de proezas heroicas.
Desayunar me gusta mucho, eso lo hago sin pensarlo. Bañarme, vestirme, tomar café, gestionar un par de pendientes. Todo con un taco en la garganta, con un mar contenido por los ojos.
Afortunadamente no hay internet por la tormenta que pasó ayer y no tengo que obligarme a avanzar en mis proyectos. Decido escribir esto mientras pienso en lo mucho que me gustaría acostarme de nuevo, tal vez ver tv, un partido de tenis, una película o una serie.
Se puede ir el mundo a la mierda, hoy no funciono y cualquiera de esas proezas para un ser humano "normal" me parecen demasiado.
Hoy me excede todo. Mis ojos se llenan de lágrimas pero no veo el punto de dejarlas fluir.
La tormenta se fue, mi tormenta llegó.
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