Pero, ¿qué es lo que quieren de mí?
¿Cuál es la guevonada?
No sé qué quiere la vida de mí, y estoy muy cansada para averiguarlo.
No sé qué quieren de mí. ¿Qué putas quieren de mí?, ¿qué quieren que yo haga?
Escribir, hablar, comunicar...
¿Comunicar qué? ¿Y si no tengo mucha cosa buena que comunicar?
Qué mierda esta sensación de estrechez en el pecho, de corazón frágil, de ojos húmedos y temblor interno. De suspiros y preguntas, de respuestas oscuras y suicidas. De labios apretados y picor en la mente.
Hace poco le dije a alguien que mi cerebro me quiere matar y me dijo que no debería decir eso, que le ordenara a mi cerebro que me dejara en paz.
No funciona así, aunque intentos no me faltan.
Si dejar el cigarrillo fue difícil tantas veces (hasta que dejó de serlo pero eso es punto aparta), dejar la quetiapina es una completa pesadilla. Y Alicia me preguntó si estaría dispuesta a intentar disminuir o dejar por completo algunos medicamentos con el fin de intentar terapia con hongos, y yo sin dudarlo dije que sí. Y sí, lo sostengo. Prefiero morir unos días y eventualmente despertarme antes que seguir medicada con estos efectos secundarios que a veces creo que me van a costar hasta mi relación.
Eso sí, ojalá no sea tan duro como las crisis o como me he sentido hoy.







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