04/10/2011

LA HISTORIA ENTRE LOS DOS

Por: Juan Sebastián de los Ríos y Ana Lucía Pérez Escobar

En un ataque desenfrenado por dejar que el sudor fuera la única barrera entre sus cuerpos, ese hombre, quien hacía 80 minutos era un completo desconocido para ella, besaba hasta lo más profundo de su cuerpo caliente, palpitante de deseo...

Ella era una secretaria de clase media... jamás pensó que sus "necesidades" carnales llegaran al punto de proponerle descaradamente a un desconocido que se tomaran un café... y algo más.

Bueno, démosle un crédito a ella... el hombre no era tan desconocido... de hecho ella llevaba varios meses soñando con el día en que por fin, por alguna casualidad, pudieran hablar, y por qué no? acostarse.

Todo comenzó con el tedio de un lunes, ella llegó muy puntual a su oficina y en el elevador estaba él... sus miradas se cruzaron, esta vez tratando de aprovechar el escaso momento de estar juntos… ella nerviosamente le preguntó el piso, él inquieto respondió: 16. El ascensor subía piso a piso, lentamente, como si fuera cómplice de una situación cargada de emoción... El elevador paró en el piso 10, era donde ella se bajaba... volteó, lo miró a los ojos y le dijo: hasta luego... salió con el remordimiento de la cobardía, pero no sabía que ese mismo día, el sentimiento cambiaría drásticamente.

La jornada laboral se le hizo eterna, no avanzaban los minutos ni disminuía el constante pensamiento en aquel desconocido que le encantaba. Sabía que trabajaba en el piso 16 y se lo imaginaba, en su oficina, con la puerta cerrada, sentado en su escritorio tal vez pretendiendo trabajar.

No podía concentrarse mucho en los papeles acumulados que debía entregarle a su jefe para ser firmados, sentía que en su entrepierna había un calor y unas palpitaciones poco comunes cada vez que su mente se desviaba a la desconocida oficina del piso 16.

Miraba inquieta el reloj sin saber para qué necesitaba que avanzara, no tenía mucha idea qué debía hacer para llamar la atención del hombre desconocido. No sabía absolutamente nada de él.

Logró entregar a su jefe los documentos antes de la hora del almuerzo y decidió salir a almorzar al café-restaurante ubicado en el local al lado del edificio, en vez de comer los alimentos que había llevado para la hora de la comida, se le ocurrió que salir un rato sería bueno para despejar su mente.

Una vez en el café, pidió el menú ejecutivo -su sueldo no le alcanzaba para un lujo mayor- y mientras almorzaba, vio sorprendida como el hombre desconocido del piso 16 entraba solo al lugar. Era su oportunidad, lo sintió y sin pensarlo dos veces, se levantó hacia la mesa donde él se encontraba. Al verla acercarse el hombre compartió con ella una sonrisa, y ella, absolutamente decidida a hablarle, lo invitó a tomar un café.

¿Te puedo invitar a un café? fue el único tembloroso sonido que pudo salir de su seca garganta. Él la miro con la cara de sorpresa que solemos poner las personas cuando alguien nos habla, pero con un tinte de malicia de aquellos que tenemos cuando está pasando algo que sabíamos que pasaría.

Él decidió romper el hielo, ¿cómo te llamas?

- Eso ahora no importa... dijo ella.

Él sonreía entre nervioso y seguro, ella moría por dentro, pero una falsa seguridad se había apoderado de su cuerpo, más aún después de haber sido capaz de, por primera vez en su vida, hablarle a un hombre desconocido.

Dicho esto comenzó un juego de miradas salvajes, era el día en que los planetas se alinean para calentar todo lo humanamente posible. Intercambiaron un par de frases sin sentido, la meta era demasiada clara y los dos estaban en el mismo equipo. Él sugirió pagar la cuenta, más como una invitación a irse de aquél lugar tan público que interfería con sus reales intenciones.

Caminaron por inercia, entraron al edificio fingiendo que no se conocían, sin embargo ya sus cuerpos había entrado en un trance que solo ellos entendían.

Por fortuna estaban solos cuando el ascensor llegó... entraron y en medio segundo estaban dándole todo un espectáculo al personal de seguridad. Ella, quien era decididamente la protagonista de esta película, no oprimió el botón 10, ni mucho menos el 16... pícaramente sus dedos se dirigieron al 18 y luego a su boca, y luego a la de ella, y luego la puerta se abrió...

Alguien entró.  Los dos sintieron como si un balde de agua fría les hubiera caído encima y miraron hacia el piso del ascensor que debía ser la locación para desatar su deseo carnal, pero una vez más, no había podido serlo.  La desilusión que sentían era tanta como las ganas.  Piso 10, se bajó ella, no sin antes mirarlo y en sus ojos él pudo ver la frustración.

Siguió él hacia su oficina, en donde intentó calmar sus deseos pensando en el trabajo, pero no lo lograba.  Ella tras su escritorio hacía lo mismo, miraba papeles, atendía el teléfono, pero su mente estaba en el piso 16.

Una de las llamadas que contestó fue diferente.  Él la había localizado y la estaba llamando a invitarla al piso 16.

“En 5 minutos estoy ahí”, dijo ella intentando sonar lo más seria posible, haciéndolo esperar para no parecer desesperada – aunque ambos sabían que era una sensación mutua - .

El reloj pareció detenerse en el transcurso de esos minutos, que al finalizar la dejaron a ella tocando la puerta de la oficina 1609, al abrirse la puerta sintió como todo se le bajó hasta los pies y una mirada brillante llena de atracción la invitó a entrar.

Sin mucho preámbulo, sus bocas se unieron apasionadamente, mientras él ponía seguro a la puerta.  Ahí de pie, continuaron besándose y comenzaron a tocarse desesperadamente, en un afán explícito de quitarse la ropa.

En medio de sudor, gemidos, sensaciones excitantes, calor y placer se derritieron sobre el escritorio del hombre del piso 16, al cual lograron llegar entre tumbos desenfrenados.  Un revolcón que fue todo lo que querían, sin saber que sería solamente el primero…

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