¿Que te quiero?
¡Ya para que!
¿Que te extraño?
Ya lo he dicho
¿Qué te quiero abrazar?
¡Nah!
¿Que te quiero besar?
Nuuu, ¡ni a bala!
Todo lo que diga tiene el mismo efecto que no decir nada, ¡el mismo!
Irrelevante, desechable y al parecer reemplazable me he convertido en tu mundo, entonces, ¿por qué insistir?, y más aún, ¿para qué?
Esto va rayando el hobbie, buscarte, hablarte, llamarte, para nada, incluso predigo el resultado de cualquier acción antes de realizarla.
Un hobbie, una enganchada sin sentido.
¿Atrapada? A veces patece que así es, aunque a veces ese magnánimo orgullo sale a flote y te mando derechito al carajo, sólo para darme cuenta que sos un boomerang y justo cuando aseguro haberme librado de vos, aparecés momentáneamente para volver a arrancar el ciclo absurdo de un hobbie.
Es como si tus antenas detectaran el momento del desarraigo y algo te obligara a acercarte de cualquier forma con tal de no perderme.
Todo esto no tiene sentido, es como un perro intentando volar, sólo tiene éxito en los cómics cuyo gusto compartimos.
Peor aún, es como mandar a nadar a un mochito, todos sabemos cómo va a terminar, ahogado a no ser que sea rescatado.
Pues esta cosa va funcionando igual, directo al fondo del mar, en el olvido, es ahí donde sin duda vamos a acabar y toda, absolutamente toda la culpa recaerá sobre vos porque a pesar de lo malo que algún día pude hacer o parece ser que hice, no me rendí ni me alejé lo suficiente para morir, pero vos... nada que hacer, nada que decir.
¿Qué puedo decir?
Nada, todo lo que diga o haga es luchar contra la corriente, y no es malo disfrazarse de salmón, sólo es malo hacerlo cuando no hay fin, cuando a pesar de una lucha constante y titánica no se va a llegar a ningún lado.
¿Es esto una renuncia disfrazada?
Honestamente, no sé ni qué decir.
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